En aldeas, caseríos y ciudades, el amanecer es una preocupación. Aquí, la desesperanza es endémica, y el negativismo, cultura. Aquí no hay colores, solo tonos de gris.
Desde que amanece en Honduras, la sospecha, el drama, el temor, el recelo también despiertan e inundan los corazones, dejando al país postrado de impotencia, seres vencidos por el desánimo y la autocompasión.
Si empiezas tu día viendo los noticieros y foros de los canales más prestigiosos, es cómo morir lentamente, y si ves los de menor rating, aparte de lo anterior, tendrás que aguantar mal gusto, vulgaridad e irrespeto por la audiencia.
Si no ves noticieros ni lees periódicos, pero lo primero que haces es ver las redes sociales, tu panorama es mucho peor. Allí no hay reglas de moral, de educación, de tolerancia, de veracidad y quien sea te puede envenenar el alma con mentiras que tú reenviarás, haciendo más grande la farsa.
Si en cambio al amanecer conversas con tus allegados y conocidos, el sufrimiento es en tiempo real.
Amanecer en Honduras es difícil, y la culpa la tenemos todos, unos por malhechores y la gran mayoría por espectadores.
Somos una generación de adultos que por comodidad hemos sido permisivos. Todos, políticos, empresarios, obreros, ciudadanos comunes. No hay que caer en la ilusión de que los demás son culpables. El país nunca nos interesó.
El mayor error fue que permitimos que nos robaran los sueños y la esperanza aquellos que viven en la amargura, en la incapacidad personal, en el negativismo crónico. Nos envolvieron y anularon.
A nivel individual caímos en la conducta tribal de verlo todo oscuro, quejarnos de todo y esparcir ese sentimiento. Hemos permitido que nos roben la propiedad del pensamiento y nos han confundido hasta volvernos tristes y amargados. No hemos dejado ningún espacio de nuestra mente para el disfrute, ya que independientemente de un ambiente externo desfavorable, tu estado interior es elección propia. El fatalismo y el victimismo no conducen a nada.
Se necesita ver la vida con otros ojos, se necesita vivir anticipadamente en tu futuro deseado, pensar que existen cosas buenas y enfocarse en ellas.
Hay que decidir creer siempre que sucederán cosas buenas, a pesar de que todo se vea tan mal.
Necesitamos luz interna para ahuyentar esta oscuridad, ese es el comienzo de la solución.