24/04/2024
12:27 AM

¿Caridad o justicia?

Francisco Gómez Villela

No recuerdo bien cuándo aparecieron. Pero fue hace mucho tiempo.

Primero apareció uno, luego otro, luego aparecieron más, hasta la fecha de hoy que forman parte de la escena diaria de los semáforos.

Niños de distintas edades, discapacitados, madres con sus hijos en brazos, drogadictos. Es una escena surrealista donde los que no tienen abordan a los que tienen más que ellos, a veces lastimeramente, a veces con impertinencia, intentando obtener unos billetes para subsistir.

Pero da la impresión que lo que empezó como una necesidad real de unos cuantos, ahora es una actividad laboral diurna de ocho horas con horario de entrada y salida como cualquier otra.

Lo cierto es que por muy buen corazón que se tenga es imposible darle a todo el que pide no solo en un semáforo, sino en todos, todos los días. La situación ha llegado al punto que el que va en su automóvil no desea que se le acerquen, deseando pasar inadvertido, porque le incomoda ver la injusticia social o porque no sabe si el que está afuera es un mendigo o un aprovechado.

Para complicar la escena muchos exasperan por la manera grosera como abordan exigiendo ayuda, algunos amenazan, otros golpean los vidrios de las ventanas de los autos.

Es muy difícil intentar siquiera entender las necesidades de ellos. Pero dificultades todas las personas las tienen, y buscan otras maneras de solventaras.

Siempre habrá pobres, clase media y ricos. Y la pobreza no se acabará con las limosnas. Podrá ser el resultado de las malas políticas económicas de los países, de la falta de oportunidades, de la pobre educación, del destino, de actitudes personales. Nunca acabará mientras existan seres humanos. Porque la humanidad en general está enfocada en mejorar la calidad de vida de los que tienen, no en acabar con la pobreza.

Pero deben existir mejores maneras de ayudar más que dar billetes en los semáforos. Eso solo favorece la cultura del mínimo esfuerzo y crea un arraigo en la forma de pensar de las personas que luego se vuelve un acondicionamiento mental que los limita a buscar más alternativas, a intentar ser mejores.

Definitivamente son un dedo en la llaga que nos recuerda que algo no va bien ya que el diseño original era de abundancia no pobreza. Que la misericordia, la solidaridad y la compasión se están quedando cortas. Que necesitamos encontrar la forma y el propósito para ayudar mejor.

“Erradicar la pobreza no es un gesto de caridad sino de justicia” (Nelson Mandela).