27/03/2024
02:58 AM

Banda de hermanos

Francisco Gómez Villela

Como todos los años, recientemente tuvimos la oportunidad de estar nuevamente reunidos después de 47 años de habernos graduado como bachilleres en La Salle.

Asistimos 24 de los 56 originales. Amigos de toda la vida que hemos sabido mantener ese lazo fuerte de unión que solo se logra el habernos pasado tantos años de formación escolar y secundaria juntos. El hilo no se ha perdido, la amistad ha perdurado.

Viéndolos allí, con muchas libras de más y mucho menos cabello que entonces, disfrutando el momento, era la fotografía perfecta con el rótulo: “para toda la vida”. No tenemos nombres, solo apodos, a cuál más variados y ocurrentes. Algunos realmente indecibles en público pero que ayudan a hacer de la unión un grupo muy compacto. Una banda de hermanos. Venimos de una época donde las cosas eran distintas.

Las amistades entonces eran genuinas y no estaban sustentadas en intereses mezquinos ni en apariencias. Y esa fue una de las reflexiones que marcaron esa noche. Como la sociedad se ha demarcado de los valores eternos que hacían de las personas y la vida, de mejor calidad que ahora.

Añoramos la simpleza, el honor, el respeto, las normas de educación, la búsqueda del bien común, la importancia de los buenos ejemplos, del esfuerzo y la dedicación a la actividad que escogimos, de el concepto llano y único del buen vivir. Todos por igual, cada uno en sus propias palabras, alarmados y boquiabiertos de la degradación actual del ser humano.

La educación y la cultura pisoteadas por tendencias de pensamiento y modas que atentan con la forma natural de vida del diseño original, donde todo es válido, todo es permitido.

Por la corrupción ahora omnipresente y omnipotente, exponiéndose sin vergüenza en toda actividad opacando la conciencia de las personas y causando un grave daño, especialmente, en las débiles personalidades de los jóvenes, que llenos de fugacidad y fantasía, la interpretan como un medio para un fin.Fue una excelente noche esa, departiendo con personas de carne y hueso genuinas.

Hablamos de lo vivido, de lo obtenido, de esfuerzos, de tenacidad, de disciplina, de sueños cumplidos, de algunos sinsabores, de la familia, de los hijos, también de la despreciable política. Durante ese momento retrocedimos el tiempo y volvimos a ser los jóvenes de los años setentas en el San Pedro Sula de entonces. Hemos sobrevivido al caos y la locura, a humanos y mutantes, y aquí estamos y seguiremos, en una sola pieza, hasta el último hombre. Es un honor llamarlos amigos.