Un antiguo refrán señala que la patria es ara y no pedestal. Lo que significa que la actitud y la conducta de un ciudadano que se precia de amar a su país es la de aquel que ante el altar de la patria ofrece lo mejor de sí, le presta sus servicios y, de ser necesario, se sacrifica por ella, y no la utiliza como peana para obtener beneficios personales ni para engrandecerse a su costa.
En este mes es común que se hagan confesiones públicas de amor por Honduras. En los centros educativos, sobre todo, pero en muchos otros ámbitos, hoy también de forma virtual, se procura rendir culto a la patria, destacar sus bellezas, hacer memoria de la vida de sus próceres y conocer a fondo sus hechos más notables. Y eso está muy bien. Sobre todo el conocimiento de la historia patria y de su naturaleza facilita que surja desde lo más hondo un sano orgullo catracho que nos identifica y nos da sentido de pertenencia, sentido de nación.
Lo importante, sin embargo, es no quedarnos ahí. Es necesario que estos días también sirvan para que cada hondureño, cada hondureña, haga un detenido examen de conciencia y reflexione cómo está viviendo esa virtud llamada patriotismo, que consiste en amar, con predilección, a la tierra que los vio nacer. Y ese amor debe traspasar las barreras de lo puramente sentimental y convertirse en una decisión, en un acto de la voluntad, que los lleve a proponerse servir a Honduras con desinterés, con el fin de hacer de ella una nación grande y en la que sus hijos puedan crecer y desarrollarse de manera integral, sin tener siquiera que pensar en abandonarla para buscar un mejor futuro fuera de ella. Pero, para eso, es indispensable que todos y cada uno de los que aquí vivimos trabajemos con verdadero empeño, con sinceros deseos de hacer bien las cosas, con el ánimo de aportar lo mejor de cada uno para el progreso del país.
Cuando la patria se ve solo como pedestal es muy triste. Porque ver a Honduras como pedestal implica aprovecharse de ella, verla solo como un medio para escalar materialmente sin pensar en lo que se ha de dar a cambio, en lo que hay que devolverle. Y eso raya en la ingratitud, en la falta del mínimo cariño por Honduras, y de eso este país ya ha tenido bastante.