27/04/2024
12:50 AM

Ambición

Henry Asterio Rodríguez

Dice el Señor Jesús en el evangelio de San Mateo: “No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre corrompen, y donde los ladrones minan y hurtan” (Mt 6,19). Es indudable que nuestra nación está pasando por uno de los capítulos más oscuros de su historia, al ver expuesta a nivel mundial la decadencia de la clase política que hemos permitido que nos gobierne desde hace más de cuatro décadas.

Ciertamente, para muchos hondureños, por primera vez se estaría haciendo justicia contra la corrupción de un gobierno, uno de los muchos que han significado un auténtico latrocinio impune y una burla descarada para el pueblo. Sin embargo, no podemos cerrar los ojos ante lo evidente; esto puede ser pan para hoy y hambre para mañana. Si no tomamos conciencia de lo que yace en el fondo, quizás solo estemos eliminando un miembro podrido mientras la infección subyacente que produce la gangrena a todo el organismo aún persiste. La ambición política desmedida ha sido históricamente un factor determinante en la corrupción y el debilitamiento de las instituciones democráticas de Honduras.

Cuando esta ambición se combinó hace más de dos décadas con la influencia del narcotráfico, surgió una peligrosa convergencia.

La vergonzosa sed de poder y dinero, así como la corrupción de alcaldes, diputados, presidentes y otros funcionarios, ahora evidenciadas en cortes internacionales, se convirtieron en una herramienta comúnmente utilizada no solo para acumular riqueza, sino también para asegurar la libre operatividad de los cárteles, comprar la lealtad y la “inconsciencia” de los correligionarios, garantizando la perpetuidad en el cargo. De esta manera, las instituciones estatales se fueron debilitando gradualmente, hasta el punto de minar casi por completo la confianza de la ciudadanía en el sistema democrático. Es necesario que todos nos demos cuenta de que no servirá de nada tener a dos o cuatro pseudopolíticos presos en el extranjero, ya que cuando al fin se atrapa a uno, surgen cinco para ocupar su lugar. Por eso, urge que el pueblo despierte, que se ponga en pie para exigir con su voto a la clase política de Honduras mayor calidad humana, integridad, transparencia y honestidad en los candidatos que aspiren a ocupar cargos públicos. Es cierto que ante el panorama actual esto parece una utopía y algo demasiado idealista.

Pero pronto estaremos otra vez en medio de la campaña política, sería impensable que los hondureños no estemos aprendiendo la dura lección que se nos está dando ante los ojos del mundo. No podemos seguir confiando ni apoyando a politiqueros de poca monta que creen que el “indio con un plato de carne asada regala el voto”. Peor aún, no podemos ser tan ingenuos para creer que esta vergonzosa frase representa el pensamiento de un solo partido político. Durante años hemos comprobado con dolor que, sin importar el color del partido, la mayoría de aquellos que deberían servir a Honduras con amor, lo han tratado con desprecio y vileza, dividiendo al pueblo y al final del día, comiendo en el mismo plato y repartiéndose el pastel. Señoras y señores que buscarán el voto popular, ojalá esta vez tengan más decencia y amor por esta patria que les demandará servicio y no desvergüenza. Busquen servir y no servirse, porque la justicia puede que tarde, pero siempre llega, ya sea en esta vida o en la otra, sin importar que algunos de ustedes no crean en ella.