The New York Times
Por: Simon Romero y Annie Correal/The New York Times
CIUDAD DE MÉXICO — Hace apenas una década, la era de las guerras, los golpes de Estado y las intervenciones militares de Estados Unidos en Latinoamérica parecía estar llegando a su fin cuando la Administración Obama declaró muerta la Doctrina Monroe, que durante mucho tiempo reafirmó la supremacía militar estadounidense en el continente americano.
Ahora, esta piedra angular de la política exterior está resurgiendo con fuerza, reavivando los temores de interferencia militar estadounidense en la región después de que el Presidente Donald J. Trump ordenó al Departamento de Defensa de EU usar fuerza militar contra ciertos cárteles de la droga latinoamericanos.
Los líderes de la región aún intentan descifrar lo que podría significar la orden. México y Venezuela, dos países donde el Gobierno ha designado a los cárteles dentro de sus fronteras como grupos terroristas, parecen particularmente vulnerables.
Pero en gran parte de Latinoamérica, cualquier indicio de reactivación de acciones así también podría desatar una oleada de sentimiento antiestadounidense. La noticia de la orden de Trump ya ha intensificado el recelo contra la intervención extranjera, incluso en Ecuador y otros países asolados por violentas guerras contra el narcotráfico en los últimos años.
Ese escepticismo se deriva de los amargos recuerdos del largo historial de intervenciones militares estadounidenses en la región, ya sea directas o indirectas, como ocurrió durante la prolongada guerra interna de Colombia.
Descartan invasión
Estas intervenciones “causan un daño inmenso”, afirmó Fernando González Davidson, un académico guatemalteco, señalando cómo a menudo buscaban un cambio de régimen. “Estados Unidos deja el poder en manos de una clase corrupta y criminal alineada con sus propios intereses”.
En 1954, un golpe de Estado en Guatemala respaldado por Estados Unidos depuso a un líder electo democráticamente a raíz de preocupaciones de que un proyecto de reforma agraria amenazara a la United Fruit Company, una poderosa corporación estadounidense con vastas tierras allí. Ese golpe se convirtió en un grito de guerra en toda la región al exponer la política de la Guerra Fría como una herramienta para proteger los intereses estadounidenses por encima de los principios democráticos y la soberanía nacional.
La afirmación del Presidente James Monroe en 1823 de que Estados Unidos podía utilizar sus fuerzas armadas en Latinoamérica fue en gran medida una amenaza hueca, dicen los historiadores. La preocupación de EU respecto a la intromisión europea en el hemisferio disminuyó cuando se hizo evidente que las potencias europeas no podían recolonizar fácilmente las naciones latinoamericanas recién independizadas.
Pero en la década de 1840, el Presidente James K. Polk invocó la doctrina para justificar la guerra entre México y EU, que condujo a la conquista de tierras que hoy comprenden Estados como California, Arizona, Colorado y Nuevo México.
Esa y otras intervenciones militares estadounidenses en México en la década de 1910 moldearon la identidad política de México, fomentando un fuerte sentimiento nacionalista.
Claudia Sheinbaum, la Presidenta mexicana, se sirvió de este sentimiento el 8 de agosto, cuando dejó explícitamente claro que México descarta cualquier tipo de “invasión”.
Una acción militar estadounidense dentro de México sería desastrosa para la cooperación bilateral en temas como la migración y la seguridad, afirmó Arturo Santa-Cruz, experto en relaciones entre EU y México en la Universidad de Guadalajara.
Con la Guerra Hispano-Estadounidense de 1898, Estados Unidos consolidó su surgimiento como potencia global al tomar Puerto Rico, Guam y Filipinas. Eso fue seguido en 1903 por el Presidente Theodore Roosevelt, que envió buques de guerra para apoyar una revuelta separatista en Colombia. Formaron Panamá y otorgaron a EU el control de la “Zona del Canal”, que Panamá apenas recuperó por completo en 1999.
Durante la Guerra Fría, EU apoyó golpes de Estado que depusieron a líderes electos democráticamente en Guatemala, Brasil y Chile.
Tantas intervenciones lograron unificar a gran parte de Latinoamérica en torno a la soberanía. “Ha habido una férrea voluntad entre los latinoamericanos por definir la soberanía nacional y la no intervención como uno de sus valores fundamentales”, dijo Alan McPherson, historiador de la Universidad de Temple, en Pensilvania.
Jody García, Emiliano Rodríguez y José María León Cabrera contribuyeron con reportes a este artículo.
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