Por: Lewis Gordon/The New York Times
Hayao Miyazaki y sus colegas en Studio Ghibli crean imágenes tan delicadamente dibujadas y con texturas tan convincentes que parece que podríamos adentrarnos en ellas. Pensemos en los socorridos baños públicos de “El Viaje de Chihiro” o en la bucólica campiña japonesa de “Mi vecino Totoro”.
Pero como espectadores, nunca podemos adentrarnos en estos mundos de tiernas emociones, personajes extravagantes y lugares vívidos que despiertan la imaginación.
Allí entran los videojuegos.
La influencia de Studio Ghibli —que recientemente cumplió 40 años— puede verse en toda la industria, particularmente en los recientes agregados a la franquicia Legend of Zelda. Breath of the Wild (2017) y Tears of the Kingdom (2023) ofrecen experiencias pastorales con tintes amenazantes, similares a muchas cintas de Ghibli; sus elementos gráficos también evocan el exquisito estilo de pinturas del estudio.
Mundos de fantasía
Ni No Kuni, la franquicia de juegos de cuentos de hadas, es fruto de una larga colaboración con Ghibli. Pero más allá de estos pilares japoneses, varios desarrolladores de juegos occidentales han dado un giro singular al sueño de habitar un mundo vivo y vibrante estilo Ghibli.
Sus juegos están creados con una similar intencionalidad hecha a mano, donde la acción y la tranquilidad se valoran por igual, donde la naturaleza y la tecnología se fusionan en nuevas y deslumbrantes configuraciones, y donde los pequeños detalles de la vida doméstica cobran tanta importancia como un horizonte gigantesco orientado a la aventura.
Estos diseñadores y artistas son en su mayoría millennials, expuestos en la década del 2000 al estilo elegante y a menudo melancólico de Ghibli tras el éxito de “El Viaje de Chihiro”. Allí están los cielos azul Ghibli perfectos, las nubes polvorientas y la encantadora criatura del bosque, similar a Totoro, del juego de plataformas y acertijos Planet of Lana (2023). O la mirada implacable y la fuerza feroz del lobo blanco en el videojuego de acción y aventuras Neva (2024), un claro guiño a la diosa lupina Moro en la épica de fantasía oscura “La Princesa Mononoke”.
Hay poesía y urgencia en Planet of Lana y Neva, que internalizan con éxito la sensibilidad de Ghibli. A distintos grados, cada uno es una reflexión sobre el creciente distanciamiento de la humanidad respecto a la naturaleza.
Es más común que los videojuegos roben superficialmente de las cualidades visuales del estudio, afirmó Michael Leader, coautor de “El Mundo de Studio Ghibli”.
Pero “Ghibli ha sido aplanado en un estilo visual, aplanado hasta ser acogedor”, dijo Leader. “No hay violencia. Son sólo cosas cotidianas”.
Los ejemplos más sólidos de juegos inspirados en Ghibli rebosan de una inquietud típicamente miyazakiana. Estos títulos, como Sable (2021), suelen tener protagonistas adolescentes en lugares al borde —o incluso más allá— de un cataclismo ambiental. Sus personajes oscilan entre estados de asombro infantil y sentimientos más oscuros y maduros. Una profunda sensación de tristeza parece flotar en el aire; el cambio se avecina a medida que héroes improbables se aventuran en mundos imperfectos.
Es tentador especular qué pensaría Miyazaki de estos videojuegos. (Studio Ghibli afirmó que sus artistas no estaban disponibles para hacer comentarios). Es un crítico vehemente del entretenimiento producido en masa, incluyendo, irónicamente, el manga, la animación y los videojuegos, que, dice, “atacan” a los jóvenes.
Leader afirmó que lo que hace especiales a las películas de Ghibli es que se siente como si “estuvieras teniendo un encuentro uno a uno de mentes con una persona real”.
Los mejores juegos inspirados en Ghibli tienen la misma sensación: como expresiones de la psique de sus jugadores. En estos mundos de fantasía, los jugadores van más allá del mero escapismo al embarcarse en sus propios viajes imaginativos e inspiradores.
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