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Rapa Nui, la isla llena de misterios

  • 13 agosto 2016 /

Los primeros europeos pusieron el pie en este recóndito rincón durante el domingo de resurrección de 1722 y por ello la nombraron como Isla de Pascua

Rapa Nui, isla de Pascua

27º09’ latitud sur, 109º26’ longitud oeste. En ese punto se ubica uno de los lugares habitados más aislados del planeta, Rapa Nui o isla de Pascua, donde poder perderse si no se quiere ser encontrado, rodeado de agua, volcanes extintos y una cultura milenaria y misteriosa, que tiene su mayor icono en los moai de piedra.

Aunque chilena, la isla se ubica a más de 3,500 kilómetros de Santiago de Chile, lo que se traduce en un vuelo en avión de unas cuatro horas, las cuales valen la pena para llegar a esta pequeña isla caracterizada por la amabilidad de sus habitantes y que da cada vez más importancia al turismo respetuoso con el medioambiente.

Riqueza
La isla es Patrimonio de la Humanidad porque su sociedad creó grandiosas formas arquitectónicas.
Un buen destino para hacerse una escapada en vacaciones y sentirse como los primeros europeos que pusieron su pie en este recóndito rincón, al mando del almirante holandés Jacob Roggeveen, durante el domingo de resurrección de 1722 y que por ello la nombraron como Isla de Pascua.

Pero mucho antes ya era Te Pito o Te Henua, denominación de los ancestros de la actual población que significa “el ombligo del mundo”, del mudo polinésico.

Hoy Rapa Nui, el nombre indígena de Isla de Pascua, es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, para quien este territorio ofrece “el testimonio de un fenómeno cultural único en el mundo. Asentada en esta isla hacia el año 300 d.C., una sociedad de origen polinesio creó, al margen de toda influencia externa, grandiosas formas arquitectónicas y esculturales dotadas de una gran fuerza, imaginación y originalidad. Desde el siglo X al XVI, construyó santuarios y esculpió numerosos moai, gigantescos personajes de piedra que forman un paisaje cultural inigualable y fascinan hoy al mundo entero”.

Foto: La Prensa

Rano Raraku es un volcán extinto donde se situó la cantera para fabricar los moais.
Misterioso Moai

Y es que si hay una imagen que define a esta isla, que surgió de la conjunción de tres volcanes, esta es la de los moai, esas enormes estatuas de piedra de forma humana cuya contemplación de cerca ya justifica, a parte de otros atractivos, el viaje a Rapa Nui y que sorprendieron a Roggenberg, quien desde su nave, antes de atracar, los confundió con personas, por lo que creyó que se trataba de una tierra de gigantes.

Estatuas intrigantes, con sus enormes narices y alargadas orejas, muchas de rostro adusto, otras -las más bajas y de formas más redondeadas- contemplan el mundo con una expresión como de mudo asombro, el mismo asombro y misterio que rodea a estas estatuas de piedra que se encuentran repartidas por toda la isla, sobre sus “ahu” (plataformas ceremoniales), caídos a tierra o aún a medio terminar en la cantera de Rano Raraku, donde se esculpían con la toba de este volcán.

En la actualidad hay más 600 moais y aunque su significado es incierto, se cree que son representaciones de antepasados difuntos, esculpidos para “graficar” el espíritu de los fundadores y demostrar su poder sobrenatural sobre el lugar. La enorme mayoría son figuras masculinas, todas diferentes entre sí, talladas hasta la cintura, con los brazos que caen a los lados del cuerpo, con protuberantes abdómenes y dedos largos y muy delgados, y una imponente altura de entre cinco y siete metros, aunque en Rano Raraku se puede contemplar el mayor, de casi 21 metros aún tumbado sobre la tierra.

Y es que estos gigantes de piedra se labraban en posición horizontal sobre la misma piedra, según un estricto ritual sagrado, hasta despegarla de ella para ser transportados y colocados en los “ahu”, donde se les ponían los ojos, de coral y obsidiana de gran importancia, pues constituían su fuente de poder. Algunas estatuas están coronadas con una especie de moños de color rojizo realizados con escoria volcánica que se llama pukao y que reflejaría una moda de peinado masculina.

Otro de los grandes misterios es cómo se transportaban los moais, de hasta 10 toneladas durante kilómetros hasta su ubicación definitiva cerca del mar, mirando hacia tierra adentro, aunque los de el Ahu Akvi son los únicos siete situados en el interior y que orientan su mirada al mar, de manera que durante los dos equinoccios miran al sol de poniente.

Muchas son las teorías sobre cómo se transportaron, aunque, según la tradición, sería resultado del “Mana”, una especie de poder mágico que permitía a los moai desplazarse andando lentamente hasta su ubicación definitiva. Los estudiosos apuntan a que podían ser deslizados tumbados sobre una especie de trineos o haciéndolos rodar sobre troncos.

Sin embargo, el arqueólogo pascuense Sergio Rapu, el investigador Terry Hunt, de la Universidad de Hawai, y Carl Lipo, antropólogo de la Universidad Estatal de Long Beach, han apuntado que las estatuas se movían verticalmente tirados por cuerdas en un movimiento de vaivén, lo que daría una explicación a la creencia de que los moai se iban caminando hasta su emplazamiento final.

Foto: La Prensa

Pequeña, lejana y misteriosa. Rapa Nui o isla de Pascua lo tiene todo para ser un destino fascinante a la sombra de sus hieráticos moais .
Más que Moais

Pero la cultura ha dejado en Rapa Nui algo más que moais. En especial los petroglifos, de los que una buena muestra está la antigua aldea ceremonial de Orongo, junto al volcán Rano Kau cuyo cráter es ahora un lago y ofrece unas preciosas vistas del oceáno. En la aldea pueden verse estas piedras grabadas con la imagen de pájaros antropoformos que sostienen en el pico un huevo.

Y es que Orongo fue el centro del culto al dios Makemake, uno de cuyos momentos centrales era la competición entre un representante de cada clan para lograr el primer huevo de un ave migratoria llamada manutara, con el fin de nombrar cada año al jefe militar de la isla. Para los amantes de la naturaleza el submarinismo y el buceo los fondos de la Rapa Nui ofrecen, gracias a la escasa contaminación un visibilidad envidiable y su lecho submarino conforma paisajes de gran belleza, como la Cathédrale -un tubo de lava submarina quebrado por fallas o Motu Kao Kao, donde existe un moai sumergido, a 24 metros de profundidad hecho en cemento y de tres metros de altura, creado por el artesa local Beto “Tonfa” Riroco, en honor del buzo Paea.

En una isla de origen volcánico tampoco pueden faltar la cuevas, horadadas por el fluir de la lava hacia el mar y que fueron usadas por sus habitantes como viviendas, refugio o para celebrar rituales. Entre ellas la de Ana Kai Tangata, en una de cuyas paredes se pueden restos ver pinturas rupestres, especialmente de manutarasa, o la de Ana o Keke, la cueva de las vírgenes, tallada en el acantilado y donde, según la leyenda, eran recluidas las jóvenes vírgenes durante un tiempo para acentuar la blancura de su piel.

Durante 15 días de febrero, se celebra Tapati, el festival más importante de Rapa Nui, en el que los habitantes comparten su milenaria cultura con personas llegadas de todo el mundo y cuyo propósito es, a través de una serie de pruebas que enfrentan a varios equipos, coronar a una reina.

La competición incluye la construcción de embarcaciones tradicionales (Vaka Tuai), cantos rituales (Riu)y la más conocida y espectacular la Haka pei, en la que los jóvenes locales, con el cuerpo cubierto de pinturas tradicionales se deslizan sobre troncos de árbol de plátano por la ladera del cerro Pu’i. Un arriesgado ejercicio en el que se pueden alcanzar los 70 kilómetros por hora. EFE