El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva hizo ayer un arriesgado ejercicio de funambulismo político junto a su homólogo iraní, Mahmud Ahmadineyad, que escogió Brasilia como primera escala de su gira suramericana que también lo llevará a Bolivia y Venezuela.
Contra la opinión de las principales potencias occidentales, el dirigente brasileño advirtió que “aislar a Teherán no sirve de nada”, y defendió abiertamente el derecho de Irán a desarrollar su programa nuclear “con fines pacíficos”, si bien ha añadido que Brasil “sueña con un Oriente Próximo libre de armas atómicas”.
Ahmadinejad realiza desde ayer una intensa y controvertida visita de pocas horas a Brasil en la que busca el apoyo de los brasileños a su programa nuclear.
“Si en esa polémica injusta de los países occidentales contra el programa nuclear iraní de fines pacíficos, el pueblo brasileño se pone del lado del pueblo iraní, será por una experiencia semejante en la que el pueblo entendió que unos pocos poderes arrogantes (...) intentan impedir que las otras naciones tengan acceso a ciencias avanzadas”, dijo el líder iraní.
Lula intenta ahora “promover el diálogo entre Irán y Occidente” a petición expresa del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, según fuentes diplomáticas. Brasil irrumpe de esta manera como mediador en el enquistado conflicto de Oriente Próximo y en el enfrentamiento de Teherán con el mundo occidental con las bendiciones de las partes enfrentadas.
La visita de Ahmadinejad ha generado gran polémica y protestas en Brasil. “Una visita indeseable” tituló en editorial de prensa ayer el principal candidato opositor a suceder a Lula en la Presidencia de Brasil en 2010, José Serra, quien deplora que su país, que luchó contra la dictadura y la defensa de los derechos humanos, “reciba al jefe de un régimen dictatorial represivo”.