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Papa recomienda exorcismo para combatir al diablo

  • 18 marzo 2017 /

Aclara que hay que distinguir entre problemas sicológicos y autentica influencia demoníaca

Ciudad del Vaticano

El papa Francisco recomendó a los sacerdotes recurrir a exorcistas cuando se enfrenten en el confesionario con profundas inquietudes espirituales.

Un buen confesor debe ser 'un hombre de discernimiento', especialmente cuando se encaran 'trastornos espirituales reales', aseguró el papa argentino ante el grupo de sacerdotes que participó en un curso de la Penitenciaría Apostólica, uno de los tres tribunales del Vaticano.

Ante los sacerdotes, el pontífice argentino recordó que la mayoría de los trastornos son de corte 'psicológico' y que por lo tanto deben ser curados 'a través de la sana colaboración con las humanidades'.

Sin embargo, reconoció que ciertos problemas espirituales pueden requerir de exorcistas por lo que el confesor 'no debe dudar en consultarlos'.

Los exorcistas deben 'ser elegidos con mucho cuidado y precaución', dijo.

El exorcismo es el acto de expulsar demonios o espíritus malignos fuera de las personas, sitios u objetos que son supuestamente poseídos o plagados por ellos.

Esa práctica no es reconocida o apreciada por toda la Iglesia, que autoriza sólo a algunos sacerdotes realizar exorcismos.

Precencia nociva

Al contrario de sus predecesores, Francisco suele hablar con más frecuencia de la presencia nociva del 'diablo, del 'demonio' y de 'Satanás', así como de la necesidad de luchar contra esa presencia a través de diferentes medios.

El año pasado la Penitenciaría Apostólica organizó una semana de cursos de exorcismo para ayudar a los sacerdotes a defenderse del maligno.

En una misa en memoria de Jacques Hamel, un sacerdote francés asesinado por los yihadistas en su iglesia en 2016, el papa subrayó que ese cruel asesinato perpetrado en nombre de Dios era 'satánico'.

Tras el encuentro, el papa presidió este viernes la llamada celebración penitencial en la basílica de San Pedro, durante la cual se confesó para luego instalarse en un confesionario y escuchar los pecados de varios fieles.