Rosario Murillo es una mujer valiente y con un corazón grande. La conocen como “la embajadora”, no porque tenga cargo diplomático, sino porque su casa en el condado de Queens se convierte casi siempre en el hogar de muchos hondureños que llegan a la Gran Manzana y no tienen quién por ellos.
Y no sólo los indocumentados buscan su apoyo. También los políticos hondureños cuando quieren obtener el apoyo de los catrachos. Es la sexta de trece hijos. Buscando el sueño americano, decidió salir de su natal Tela a Tegucigalpa y en 1979 emigró al país del norte.
En Honduras se graduó como contadora pública y su vocación comunitaria le valió para abrirse camino. En Nueva York trabajó como vendedora y trabajadora social y con su espíritu humanitario comenzó su activismo al integrarse a Catholic Charities, una organización de renombre nacional que presta servicios a los inmigrantes.
Así comenzó su gran trabajo, apoyada por su esposo Rodolfo Murillo, ya fallecido, con quien procreó cuatro hijos. Rosario estableció un movimiento comunitario que se convirtió en la organización Honduras Federation Inc. Ese grupo liderado por Murillo ha dado servicios gratuitos y asistencia migratoria.
A ella poco le gusta hablar de su historia; incluso prefiere que no le tomen fotos porque dice que su satisfacción es ver que sus esfuerzos tienen fruto y no tiene por qué saberlo nadie más.
Sus amigos recuerdan que ella fue la primera mujer hondureña que desafió a las autoridades migratorias de EUA cuando se apostó frente a su edificio en el 26 del Federal Plaza para exigir mejor trato a los hondureños detenidos y pedir TPS para sus compatriotas.
Cuando se trata de emergencias y desastres naturales, es la primera en decir presente, pero le molesta que muchas veces la ayuda recogida en EUA no llegue a los más necesitados o que se haga política con ella.
Doña Rosario fundó el Ballet Folclórico Honduras, reconocido por la Universidad de Harvard, y, decidida a apoyar al deporte, en 1992 organizó la Copa Centroamericana, lo que permitió que los equipos Olimpia de Honduras y Saprissa de Costa Rica jugaran un partido internacional en el desaparecido estadio Randall Island en Queens, Nueva York.
Fue fundadora de otros equipos y por ello los medios de comunicación la bautizaron “la dama del deporte”. Murillo logró que en 2007 la Alcaldía de Nueva York abriera sus puertas para celebrar por primera vez la Independencia de Centroamérica.
Por su gran trabajo se ha hecho acreedora a varios reconocimientos de instituciones internacionales, del Senado Estatal y de la ciudad de Nueva York y proclamas del alcalde y las autoridades del Condado de Queens. También ha sido reconocida por consulados de Latinoamérica, la Asociación de Árbitros de NY, el Desfile Hispano de Queens y la Junta Local Electoral en Nueva York.