Troy Davis, condenado a muerte por el asesinato de un policía en 1989, fue ejecutado la noche del jueves con una inyección letal en Georgia, EUA, tras varios intentos de última hora de su defensa de salvarle la vida y a pesar de las dudas sobre su culpabilidad y las numerosas peticiones de clemencia.
La ejecución, programada para las once de la noche del miércoles, se cumplió finalmente, después de que la Corte Suprema de EUA rechazara una apelación de los abogados de Davis, de 42 años y de raza negra, confirmó en una breve comparecencia ante la prensa una portavoz de la cárcel de Jackson en Georgia.
“No fue mi culpa. No tenía una pistola. Soy inocente”, dijo Davis antes de recibir la inyección, según relataron a la prensa varios testigos de la ejecución.
La apelación ante la Corte Suprema fue el último recurso empleado por los abogados de Davis tras una larga jornada en la que resultaron infructuosos sus diversos intentos de lograr la que hubiera sido la cuarta suspensión de la ejecución desde 2007.
Fuera de la cárcel de Jackson se hizo el silencio entre los cientos de manifestantes congregados para pedir clemencia para Davis ante las dudas sobre su culpabilidad.
Controversia
El caso de Davis, presentado por su defensa como el prototipo del negro condenado injustamente por la muerte de un blanco, ha reabierto el debate en torno a la aplicación de la pena de muerte en EUA.
Por la conmutación de la máxima pena contra Davis habían rogado desde el papa Benedicto XVI hasta el expresidente estadounidense Jimmy Carter, así como un millón de personas en todo el mundo en una campaña de firmas.
Davis fue condenado a muerte en 1991 por el asesinato en 1989 de Mark MacPhail, agente de policía de la localidad de Savannah, Georgia.