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El papa en su primera misa del 2022: Herir a las mujeres es ultrajar a Dios

  • 01 enero 2021 /

El papa presidió esta misa del 1 de enero, mientras que ayer, 31 de diciembre, asistió a la de fin de año, sentado en una silla a la derecha de la basílica, y se levantó solo para pronunciar la homilía.

Ciudad del Vaticano.

El papa Francisco criticó hoy la violencia machista, dijo que herir a las mujeres es ultrajar a Dios y pidió más promoción y protección de las mujeres en las sociedades actuales, en la primera misa del 2022.

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“Cuánta violencia hay contra las mujeres. Basta. Herir a una mujer es ultrajar a Dios, que tomó la humanidad de una mujer”, dijo Francisco en la Basílica de San Pedro del Vaticano.

CONTRA LA VIOLENCIA MACHISTA

El papa presidió esta misa del 1 de enero, mientras que ayer, 31 de diciembre, asistió a la de fin de año, sentado en una silla a la derecha de la basílica, y se levantó solo para pronunciar la homilía.

Este sábado, el papa habló de las mujeres y a las madres, y dijo que tienen una “mirada inclusiva, que supera las tensiones conservando y meditando en el corazón”.

“Es la mirada con la que muchas madres abrazan las situaciones de los hijos. Es una mirada concreta, que no se desanima, que no se paraliza ante los problemas, sino que los coloca en un horizonte más amplio”, añadió.

Recordó que las madres “asisten al hijo enfermo o en dificultad” y subrayó el amor que hay en sus ojos, “que, mientras lloran, saben comunicar motivos para seguir esperando”.

Las madres, prosiguió, “saben mantener unidos los hilos de la vida” y por eso son esenciales en el mundo actual, porque son “capaces de tejer hilos de comunión, que contrarresten los alambres espinados de las divisiones, que son demasiados”.

También elogió que “no miran el mundo para explotarlo, sino para que tenga vida” y “logran mantener unidos los sueños y lo concreto, evitando las desviaciones del pragmatismo aséptico y de la abstracción”.

En su homilía, el papa citó la necesidad de que las personas se enfrenten a los problemas con paciencia, conservando la fe y meditando.

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Algunas veces, admitió, “tenemos la esperanza de que todo va a salir bien, pero de repente cae, como un rayo de la nada, un problema inesperado. Y se crea un conflicto doloroso entre las expectativas y la realidad. Pasa también con la fe, cuando la alegría del Evangelio es puesta a prueba por una situación difícil que nos toca atravesar”.

Esta dificultad, argumentó, forma parte del camino hacia “la meta, la cruz sin la cual no se resucita”.