Durante 30 años Gerarl Foos espió las actividades sexuales y también las delictivas, como varias transacciones de drogas ilegales e incluso un homicidio— de sus huéspedes, quienes jamás sospecharon que eran objeto de entretenimiento y excitación ajena, confiados en el pacto de privacidad que representa registrarse en un hotel.
Él era propietario del motel Manor House en Aurora, Colorado, y durante décadas se dedicó a espiar los momentos íntimos de sus clientes. Aunque el disfrute personal no era el único objetivo, también se dedicó a analizar y hacer un exhaustivo registro sobre el sexo de sus huéspedes y a anotar en un libro todo lo que miraba y escuchaba.
Su historia llamó la atención del periodista Gay Talese, quien relató la vida del dueño de un motel que modificó sus cuartos para observar a sus huéspedes entre los 60 y los 90. Sexo, drogas, muerte y las fronteras lábiles de la ética del periodismo.
'El hotel del mirón' desató una controversia enorme sobre los límites del periodismo. El texto es, en realidad, un fragmento del libro que, con ese mismo título, saldrá el 12 de julio en los Estados Unidos .
El texto cuenta con todo lujo de detalles cómo Gerarl hizo de mirón durante décadas. Desde joven había sido un voyeur (Persona que busca la excitación sexual mirando a otras personas en situaciones eróticas), pero no le bastaba con el término clásico de la palabra.
El libro saldrá a partir del 12 de julio.
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Todo lo que miró
Hombre casado y con dos hijos, a finales de los años sesenta decidió comprar un motel de 21 habitaciones junto a su esposa.
Ella sabía de sus gustos e incluso llegó a ayudarle para remodelar el edificio. Hicieron agujeros en los techos de las estancias y los camuflaron con rejillas de ventilación. Desde ahí Gerarl podía ver todo lo que hacían los huéspedes.
Nunca filmó a sus clientes. Sólo se sentaba a mirar sus prácticas sexuales y tomaba nota de las conversaciones que motivaban el coito.
“Mi interés está en todas las fases de cómo las personas conducen sus vidas, tanto social como sexualmente. Lo hice por pura curiosidad ilimitada por la gente y no solo como un voyeur trastornado”, confiesa en una de sus cartas al escritor.
Para que pudiera apreciar la práctica in situ, Foos llegó a invitar a Talese al motel para observar juntos a los inquilinos. El escritor acudió y pudo espiar a una pareja practicando sexo. De hecho, Talese explica en el texto que sin haberlo visto en persona “habría encontrado muy difícil creerme toda la historia”.
Desde pequeño a Foos le gustaba mirar: durante más de seis años observó a la hermana de su madre desnuda en su habitación, cada noche. Ya adulto, compensaba el tedio del trabajo al dar vueltas por Aurora en busca de persianas que le habilitaran alguna emoción ajena, que pronto hacía suya.
Las miles de horas frente al televisor, las discusiones sobre el dinero, los hábitos de las personas en el baño (Foos, experto en todo, expresó sus propuestas para rediseñar los inodoros), la falta de modales a la hora de tragar comida rápida, las lágrimas de una mujer luego de la partida del gigoló, el amor de una joven por su marido lisiado en Vietnam, la depresión, la ansiedad, el enojo... 'Esto es la vida real', citó Talese el diario de Foos, que ocupa un tercio de The Voyeur's Motel.
Durante décadas fue apilando estadísticas sobre los gustos de sus huéspedes hasta que decidió tapar sus agujeros de espía y vender el motel en 1995. El edificio acabó siendo demolido el año 2014.