La alianza entre grupos del narcotráfico y grupos guerrilleros ha tomado mayor fuerza para convertir al secuestro en su empresa en América Latina, donde, según reportes de organizaciones defensoras de los derechos humanos, cada hora se registra un plagio en la región.
México y Colombia, con unos tres mil secuestros al año, encabezan la lista de países más afectados por este delito, mientras que en segundo lugar aparecen Brasil, Argentina, Venezuela y Ecuador. Chile, Uruguay y Costa Rica son los países donde menos se producen este tipo de delitos.
La organización holandesa IKB-Pax Christi revela que al año los secuestradores obtendrían al menos 500 millones de dólares por los rescates. En Estados Unidos, donde se presume hay baja incidencia de secuestros, autoridades revelan que los plagiarios adoptan en el país la etiqueta de cazarrecompensas, ya sea por capturar delincuentes o realizar una ejecución por encargo.
Reportes de Amnistía Internacional y de organizaciones no gubernamentales ong refieren que el secuestro en América Latina va en aumento cada día y es impulsado en parte por la inestabilidad política, la desigualdad social y por la debilidad de las instituciones en un país.
En la mayoría de los casos los plagios responden a la inestabilidad económica y las dificultades de ciertos sectores de la sociedad, lo que implica acciones para recurrir a estos y otros delitos.
En muchos casos, como el secuestro exprés, se busca dinero rápido que no implique sumas millonarias, aunque hay casos en los que la extorsión entra en función y se llegan a cobrar rescates millonarios publicó La Crónica de Hoy.
En países como México y Colombia, donde grupos ligados al crimen organizado y a la guerrilla buscan otras formas de hacerse de dinero al ver truncadas sus entradas con sus negocios del tráfico de drogas, el objetivo central son empresarios, gente adinerada, comerciantes e incluso políticos de peso, por los que suelen pedir jugosos rescates.
Ante este panorama, las personas que se sienten blanco de grupos de secuestradores han adoptado medidas de seguridad como contratar guardaespaldas, comprar vehículos blindados y dejar de salir a divertirse a sus lugares de costumbre.
Grupos que investigan la denominada “industria del secuestro” señalan que en algunos países de América Latina los plagiarios han tratado de ocuparse en mantener su reputación como si fueran una empresa multinacional. Y es que si privan de la libertad a una persona y tras recibir el dinero la matan, la próxima víctima no pagará.
Aunque en los últimos meses se habla mucho de secuestros en México y Colombia, otros países de la región también tienen lo suyo en estos delitos. En Brasil se han reportado plagios que van desde el rico empresario que paga rescates millonarios hasta al más humilde obrero que llega a pagar hasta 100 dólares por su libertad.
En este país el secuestro ha involucrado a grupos guerrilleros latinoamericanos que pretendían financiar sus acciones con la extorsión a empresarios.
En Venezuela, cifras de la policía nacional refieren que al menos al año 382 personas son víctimas de plagio, siendo las comunidades de Zulia, Distrito Capital y Barinas las que registran el mayor índice de casos de este delito.
Otro caso de plagio es el ocurrido en 1996 a la alemana Nicola Fleuchaus y la suiza Regula Susana Siegfried, que fueron rehenes de un comando integrado por costarricenses y ex guerrilleros nicaragüenses que negociaron la liberación con los familiares de las europeas.
En 1992 el entonces ministro costarricense de Seguridad, Luis Fishman, fue cautivo del hondureño Orlando Ordóñez, que se las arregló para llevarlo a Honduras en avión y exigir el pago de 100 mil dólares por su liberación.
Ese traslado de rehenes a otros países también se presentó en Argentina en 2003, cuando Cristian Schaerer fue privado de su libertad y presuntamente llevado a Paraguay para que su familia pagara el rescate.
También el banquero panameño Sam Kardonsky fue secuestrado en 1984 en la capital panameña por guerrilleros colombianos que lo entregaron en Ecuador en noviembre de 1985 tras el pago de una suma cercana al medio millón de dólares.
En Estados Unidos el secuestro es castigado con la pena de muerte o cadena perpetua por ser un crimen federal; sin embargo, cada estado tiene su propia ley antisecuestro. Al igual que en el resto del mundo, el plagio se ha presentado para causar conmoción en la sociedad.
Los llamados cazarrecompensas suelen ser los secuestradores de este país, donde a cambio de una jugosa suma, que como mínimo ronda los cinco mil dólares, sicarios se alquilan para capturar delincuentes y entregarlos a su cliente, o incluso ejecuciones por encargo, cuya suma rebasa en ocasiones los 50 mil dólares, según la víctima y el tiempo que dure el encargo.