Las condiciones en que cumplen sus condenas los reclusos en el centro penal de este municipio son precarias.
Además del hacinamiento, los reos se quejan de la deficitaria alimentación que reciben. Estas y otras razones los obligaron a amotinarse el pasado miércoles, cuando estuvieron a punto de prenderle fuego a la cárcel.
La noche del miércoles, los presidiarios gritaron, lanzaron piedras hacia la parte externa y las oficinas administrativas y hasta quemaron ropa y otros implementos, causando alarma en la población, que temía que se desatara un incendio dentro de la prisión.
Tras varios minutos de acciones de los reos, las autoridades de la granja penal decidieron conformar una comisión integrada por las autoridades de la Iglesia Católica, la Evangélica y Derechos Humanos para solicitar un diálogo pacífico.
Los manifestantes aceptaron dialogar y suspendieron las medidas de presión para luego exponer sus necesidades, que según ellos los llevaron a decidir armar el motín en el interior del centro penitenciario.
De inmediato, los reos nombraron un representante para que expusiera cada una de las exigencias que mantienen, entre ellas por la escasa alimentación que se les brinda.
Según los privados de libertad, en ocasiones se ven obligados a comer tortilla con sal. También pidieron ampliar los días de las visitas conyugales y la destitución del director del penal. Tras la exposición de los motivos, los reos retornaron a sus celdas en total calma, ya que los miembros de la comisión se comprometieron a iniciar gestiones para mejorar la alimentación y los días de visita.
El penal fue construido en 1968 durante la administración de Oswaldo López Arellano y cuenta con tres hogares para los reos varones y uno para las mujeres. La prisión tiene capacidad para 60 reos, pero en ella viven 131 presidiarios.
