Su alegría esconde una maravillosa e inimaginable historia de determinación, amor y sufrimiento.
Es doña María Dubón de 75 años, una migrante hondureña que en 1989, quien al ver la necesidad de sus 10 hijos empacó todas sus esperanzas, cada uno de sus sueños y lo poco que materialemente poseía para partir en busca del sueño americano.
Su presencia en las calles de Southern Boulevard en el Bronx, New York, deleita el paladar, el corazón y el estómago de quienes por casi 30 años han consumido sus deliciosos helados por eso algunos la llaman 'La reina del coquito'.
'Tomar la decisión de venir a Estados Unidos no fue nada fácil, ninguna madre desea dejar solos a sus hijos, en mi caso no había otra opción, la necesidad era muy grande y eran demasiadas bocas que pedían a mami algo de comer, en mi caso tengo 10 hijos, cinco mujeres y cinco varones, tenía que proveer para ellos', dijo.
Comenta: ' llegue aquí y me di cuenta que sacudiendo las ramas de los árboles no caían los dólares, pero entendí que trabajando muy duro, podría sacar a mis muchachos adelante y lo hice”, expresó con una cálida sonrisa.
Sufrió mucho, pero lo logró
La precaria situación que vivía en Honduras, le orilló a tomar esta decisión de abandonar a sus hijos, el objetivo era ofrecerles una vida mejor, la muerte de su esposo en un accidente vial en 1986 agravó la situación y con mucho dolor en el alma emprendió viaje, su vida ha estado marcada por el sufrimiento e interminables horas laborables, sin embargo la satisfacción de ver a sus 10 vástagos convertidos en hombres y mujeres de bien, le hace sentir que su esfuerzo valió la pena y se siente recompensada.
“Cuando una mujer toma la decisión de hacer algo por sus hijos no hay nada que la detenga, fue muy duro en cierto momento, me preguntaba porque vivía todo esto, pero siempre caminé en las manos del señor y lo que le pedí me lo cumplió, le pedí fuerzas y nunca desmaye, le pedí que cuidara de mis hijos y los cuidó, tuve la fortuna de encontrar a un hombre bueno que me quiso a mis hijos y que aceptó cuidar de ellos cuando decidí emprender el viaje, Dios tenía todo preparado para mí”, aseveró doña María.
Durante los primeros años en Estados Unidos realizó todo tipo de trabajos con tal de satisfacer las necesidades de sus infantes, se desempeñó como empleada doméstica, tuvo su paso por diferentes maquilas haciendo carteras, ropa y diferentes artículos, de cocinera e infinidad de oficios, hasta el día que el desparecido Alfredo Thiebaud le brindó la oportunidad de trabajar con él, la venta de los famosos helados o coquitos se convirtió en su pasión y con ello empezó su propio negocio, algo que le apasiona y le ha permitido ganarse el sustento, además del amor y admiración de los residentes del Bronx.
'Ese hombre era muy bueno y creyó en mí, me dio la oportunidad de trabajar con él y nunca me fui, lastimosamente el falleció, pero yo sigo con la misma alegría trabajando en esto después de 28 años de vender coquito durante cada verano, disfruto mucho lo que hago, es una jornada larga que inicia a las 9:00 am cuando voy a la fábrica a preparar mi carro, comprar el producto, vasos, servilletas, hielo, cucharas y demás, pero este es mi negocio, soy mi propio jefe y ellos solo me proveen lo que necesito', dijo.
Doña María es una hondureña de éxito en Nueva York.
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Un cálido recibimiento
Esta pequeña empresaria hondureña puede ser vista durante todo el verano en Nueva York, aun en los días en los que las temperaturas extremas obligan a las autoridades a pedirles a los ciudadanos que permanezcan en sus hogares, pese a ello los clientes de doña María saben que en el momento que su paladar sienta deseos de un coquito de mango, tamarindo, rainbow, pueden acudir a las cercanías de la estación de Hunts Point para un recibimiento cálida y un delicioso helado.
'Haciendo esto he sacado adelante a mi familia, no solo a mis hijos; también he colaborado con otros familiares y ahora mi responsabilidad es con mis nietos, este es mi negocio y me enorgullece, como en toda actividad hay días buenos y malos, pero siempre me ha permitido sostenerme y ahora tengo 10 hijos que son buenas personas y de los cuales me siento muy orgullosa y uno de mis nietos al cual crié va para la universidad en los próximos días aquí en Nueva York”, dijo María.
¿De qué manera le han pagado sus hijos tanto sacrificio?
No me quejo de ninguno de ellos, mis mujeres son trabajadoras y algunas de ellas ya están casadas y me dieron nietos, mis muchachos todos son unos hombres muy correctos, a pesar de que los deje muy pequeños mi Dios me ha dado unos hijos maravillosos, varios de ellos viven aquí en este país, otro en Canadá y los demás en Honduras.
¿Qué tan difícil ha sido trabajar en la calle con las temperaturas extremas del verano?
En la calle se sufre mucho, se pasa mucha hambre porque uno no puede abandonar el carro y tomar una hora para comer, hay muchas personas muy malcriadas que le hacen pasar a uno malos momentos, te faltan el respeto, pero en la calle aprendes a hacerte de la vista gorda e ignoras muchas cosas.
Después de 28 años en estas calles, ¿Cuándo piensa en dejar de trabajar?
Por la voluntad de Dios estoy sana y mientras me levante con deseos y buena salud voy a continuar aquí, una vez que me retire me marcharé para mi casa en Honduras y descansaré, por los momentos debo seguir trabajando para que mi nieto, el hijo de hija la menor pueda graduarse de la universidad, una vez que termine con esta labor, veré si me voy para mi casa.
Al ver todo lo que usted ha logrado, ¿Qué es lo que la llena más de orgullo?
Tengo la dicha de decir que saque a mis 10 hijos adelante, tengo mis cuatro paredes, mi propio negocio y mis centavos para que mis hijos no gasten en mí el día en que me muera, me enorgullece decir que he logrado mi sueño americano, de este país no me puedo quejar, no me dio riquezas ni lujos, pero me permitió calmarle el hambre a mis hijos, nunca les mandé grandes cantidades de dinero, pero nunca estuvieron desamparados.
Aquí en Nueva York ha cultivado mucho cariño de la gente también, ¿Cómo toma tanto amor de parte de sus clientes?
Desde que estoy aquí vendiendo me he dado a querer, en estas calles me aman, todo el mundo me conoce en esta área, no importa si son niños, jóvenes, adultos viejos, blancos, negros, chinos, caribeños, hispanos, americanos, cuando no me ven pasan preguntando ¿Dónde está doña María la de los coquitos? Allí me andan buscando hasta que me encuentran, los niños que atendí cuando inicie traen a sus hijos a comprar, me siento como la reina del coquito de Nueva York.
De todos sabores y colores, así son los helados de doña María.
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