Muchos lo conocen por haber sido por largo tiempo el decorador oficial de los escenarios donde desfilaban las mujeres más bellas de Honduras. Sin embargo, Leopoldo “Polín” Dacosta Gómez es además de decorador profesional, arquitecto, pintor, chef y el más grande coleccionista de música de San Pedro Sula.
“Yo hago bramar a mis amigos con estos discos. Solo de Pérez Prado tengo 500 mambos y de Beni Moré, más de 300 melodías”, se jacta el hombre de 70 años sin dejar de tocar música que ha cargado a su computadora.
Tiene su despacho del barrio Guamilito atiborrado de discos compacto, casetes, discos de acetato de los tiempos de Carlos Gardel y viejos equipos de sonido que se rindieron al paso de la tecnología digital.
“Eso es solo lo que se ve porque adentro tengo toneladas. Calculo que aquí hay unos 13 mil long plays y dos mil casetes originales”, dice para referirse solo a dispositivos musicales que ya no se usan, pero que están en buen estado.
Comenzó su tarea de coleccionar música a los once años de edad cuando sus padres le regalaron un disco de los Tres Diamantes y otro de los Tres Ases que al cipote le gustaron.
“Polín” Dacosta Gómez comenzó estudiando Medicina en México, pero por problemas personales se vio obligado a dejar la universidad y saltó a Estados Unidos, dejando en el país azteca unos 2000 discos de acetato abandonados.
Tal vez fue el destino que lo llevó a las tierras del Tío Sam porque allá logró estudiar lo que traía en la sangre: arquitectura y decoración. “Esa vena la saqué de mi madre a quien miraba de niño, haciendo bellezas mientras decoraba la casa en Navidad”.
Como decorador dejó una estela luminosa por los certámenes de Miss Honduras a los cuales entregó su talento hasta 1997, cuando intervinieron otros promotores que contrataron su propia gente.
Fue el certamen número 30 del Miss Honduras que organizaba doña Norma de Funes en el Gimnasio Municipal. Con ella y los maestros de modelaje Polín formaba un solo equipo en el montaje de esos eventos.
“Yo hacía un preboceto del escenario a mi gusto y se lo mostraba a doña Norma, luego que ella lo aprobaba y lo trabajaba con más detenimiento hasta tener una obra perfecta”.
Recuerda Polín que la última decoración tenía de fondo una cascada tan natural que hasta se sentía su frescura. El escenario fue elogiado en pleno espectáculo por el presentador Salvador Nasralla, como el más bello en toda la historia de los eventos de belleza de Honduras.
“Para que lo haya dicho una persona con tanta experiencia en este asunto como Nasralla y a quien no le gusta alabar a nadie, es porque era impresionante”, comentó Polín.
Cuando doña Norma, cansada del trajín, decidió retirarse, le ofreció a Polín que se hiciera cargo del Miss Honduras, que además era parte del Miss Mundo y del Miss Universo, pero el decorador lo rechazó argumentando que no estaba dispuesto a aguantar la crítica de la gente.
“Me puse a pensar cómo algunas personas criticaban a doña Norma, diciendo que vendía a las muchachas y todo eso, cuando más bien había que agradecerle todo lo noble y humanitaria que era esa dama.
Asegura Polín que durante el tiempo que estuvo trabajando como decorador, nunca vio nada que pudiera empañar la imagen de esos certámenes en los que participaban muchachas de todo el país, a quienes también trataban de desprestigiar.
Valle desnudo
Aquella página de pasarelas, luces y bambalinas, está doblada en el libro de Dacosta Gómez, aunque no se ha desconectado del todo de la decoración.
La mayor parte de su tiempo la pasa escuchando música encerrado en su despacho que más parece una cabina de radio, pintando cuadros o haciendo bocetos de decoraciones que le piden empresas y particulares.
Por ese amor al arte, sueña con una San Pedro Sula donde los monumentos sean su mayor atractivo. “Aquí no hay un monumento al niño, al periodista, a la libertad o a la ecología, el más sobresaliente es el de La Madre que se hizo por iniciativa de don Víctor Manuel Rodríguez”.
Recordó que siendo alcalde Héctor Guillén, fue erigida al margen derecho del bulevar Morazán, una estatua del sabio José Cecilio del Valle, obra de la escultora Regina Aguilar, pero que tuvo que ser retirada porque el prócer estaba desnudo y muchos no entendieron que se trataba de una obra de arte abstracto.
Polín no criticó tanto que la escultura haya sido apartada de la vista pública, sino que fue abandonada quien sabe adonde, en vez de ser llevada a un sitio destinado a promover la cultura.
La creatividad del artista también se ha puesto de manifiesto en otra de sus pasiones: la cocina. Ha patentado las Banderillas Don Polín, un chorizo empanizado en forma de espiral que ha estado vendiendo desde hace 39 años especialmente en las ferias.
“Les puse así porque se parecen a las banderillas que los toreros le clavan a los toros en el ruedo. La gente las confunde con los corn dogs, pero las mías son más deliciosas porque son preparadas con 27 elementos”.
En este proyecto le ayuda su esposa María Elena, pero en lo que se refiere a compartir sus melodías, raramente lo hace. “Le gustan, pero no como yo quisiera, dice el hombre quien parece respirar música hasta por los poros.
Lo confundieron con el artista Enrique Guzmán
Por descender de una familia solvente económicamente, Polín Dacosta Gómez, se daba grandes vuelos en su juventud paseando o divirtiéndose en lo que más le gustaba: los bailes.
“Tuve una juventud de vago, pero preciosa”, dice refiriéndose a los constantes viajes de paseo que hacía a Estados Unidos.
Recuerda las fiestas en el Centro Social conocido como Café Superior donde bailaba al ritmo de Los Profesionales y otros conjuntos en boga por aquella época.
“Yo fui a bailar al Distrito o sea a la municipalidad cuando vino Pérez Prado y estaban de moda los mambos El Taconazo y Norma la de Guadalajara. También bailaba en el Casino Sampedrano donde las fiestas eran de más caché”.
Comentó que en uno de esos viajes que solía hacer a Nueva Orleans, tuvo que hacer escala en el aeropuerto de Guatemala donde fue confundido con el cantante mexicano de la Nueva Ola, Enrique Guzmán.
Por supuesto que por esa época tenía el cabello abundante y las facciones del artista quien era la atracción de la muchachada, según dijo. El caso es que en el aeropuerto de Guatemala había un grupo de jóvenes que estaba esperando a Enrique Guzmán quien casualmente vestía un traje gris como el de Polín.
Cuando vieron descender del avión a Dacosta Gómez quisieron acorralarlo por lo que tuvo que intervenir la policía. “Me llevaron a un cuarto de Migración para protegerme y cuando pregunté que pasaba me dijeron que me habían confundido con Enrique Guzmán”.
Lea el Relato Urbano de la semana pasada.