Redacción.
Mientras varios miles de niños celebraban la Navidad en países libres de conflictos, otros millares de infantes originarios de países golpeados por las guerras morían cruzados por las balas o por las esquirlas de las granadas.
Por ejemplo, en la provincia de Taiz, Yemén, un grupo de personas sepultó el 26 de diciembre (foto principal de este reportaje) a un niño que murió a causa de las explosiones de bombas lanzadas desde aviones.
Ese día, la coalición árabe comandada por Arabia Saudí bombardeó un mercado popular de Taiz y mató a 10 personas e hirió a unas 30, entre ellas, menores de edad.
En Alepo, una ciudad de Siria convertida (entre 2012 y 2017) en campo de batalla por terroristas del Estado Islámico (EI), rebeldes de movimientos de liberación nacional, Fuerzas Armadas de Siria, soldados de Rusia y el Hezbolá han muerto varios cientos de niños y varios miles han sido expulsados de sus hogares.
| Los niños que han sobrevivido a los bombardeos o a los tiroteos se encuentran a salvo en otros países que los han acogido como refugiados. Otros aún se encuentran en tiendas de campaña y son alimentados por las Naciones Unidas.
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Algunos niños, que lograron sobrevivir al momento más crítico de la guerra, murieron el año pasado cuando esta ciudad, devastada por los bombardeos, comenzaba a recobrar la tranquilidad.
Para el caso, en abril de 2017, unos 70 niños, que se transportaban en un convoy de refugiados, murieron cuando un pick-up cargado de explosivos explotó junto a los buses que los llevaban a un lugar seguro.
En el triángulo del norte de Centroamérica, a miles de kimómetros de Oriente Próximo, decenas de menores también han perdido sus vidas por las balas disparadas por miembros de carteles de la droga o maras y pandillas que operan en esta región.
Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), los niños vivieron
“una pesadilla” en 2017 a consecuencia de tantos conflictos bélicos en diferentes partes del mundo.
“El año 2017 ha sido desolador para los niños atrapados en conflictos, ya que han sido víctimas de ataques en lugares donde debían haber estado a salvo: en sus hogares, en escuelas, en hospitales y en patios de recreo. Los niños han sido el objetivo en muchos conflictos: los han utilizado como escudos humanos, los han matado, mutilado, secuestrado y reclutado para combatir. Otros millones de niños han sufrido también la peor parte de las enfermedades derivadas de guerras destructivas”, dice un informe de Unicef publicado recientemente.
Unicef ejemplifica que los niños rohingya, atacados y expulsados de sus hogares, huyeron de Myanmar para buscar refugio en la vecina Bangladesh.
Uno de ellos es Mohammed Yasin, de ocho años, quien llegó al campamento de refugiados improvisado de Kutupalong, en el distrito de Cox’s Bazar, Bangladesh, para protegerse ante las agresiones.
Según Unicef, “la violencia y el conflicto de Oriente Medio y África del Norte pusieron en peligro la salud de decenas de millones de niños. En Yemen, arrasada por la guerra, el conflicto y el derrumbe del sistema de salud provocaron el mayor brote de cólera del mundo”.
Los conflictos bélicos han obligado a los niños a dejar las comunidades donde nacieron o crecieron porque sus casas ahora son escombros tras los impactos de las misiles o cohetes.
Ellos abandonaron las escuelas y en este momento viven dentro de tiendas de campañas montadas por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y son alimentados con raciones proveídas por el Programa Mundial de Alimentos (PMA).
| En 2015, casi 2 de cada 3 víctimas murieron a causa de un homicidio, mientras que el resto murieron asesinados en conflictos.
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Además de las balas y las explosiones de las bombas, los niños se han enfrentado a conductas salvajes de individuos que conforman grupos armados al margen de la ley.
“Las violaciones, matrimonios forzados, secuestros y la esclavitud son ahora tácticas habituales de los grupos armados”, advierte Unicef.
Una de esas víctimas es Dada (15 años), secuestrada por Boko Haram en Nigeria. Logró la liberación, pero quedó embaraza porque su captor la ultrajó sexualmente.
De acuerdo con esa organizacón, en Mosul, Iraq, “niños y familias desesperados tuvieron que elegir entre escapar y exponerse a las minas y las balas de los francotiradores, o quedarse con la esperanza de sobrevivir a los bombardeos.
Igualmente, el conflicto y la hambruna de Sudán del Sur han generado un éxodo de personas hacia la vecina Uganda. La mayoría de los refugiados son mujeres y niños.
Unicef cita como ejemplo también a Dasha, de 17 años, quien se refugia en una bodega de los bombardeos cuando el conflicto de su aldea se intensifica. La comunidad está situada en la llamada “línea de enfrentamiento” que divide las zonas controladas y no controladas por el Gobierno cuando el conflicto se agudiza.
En la República Democrática del Congo, cientos de niños quedaron heridos como resultado de la violencia desoladora de la región de Kasaï. Tshitembda, por ejemplo, se tropezó y cayó en un palo que le perforó el ojo cuando atacaron su aldea.
Lina, 5 años, vive con su abuelo en una casa dañada en el este de Ghouta, una región asediada de la República Árabe Siria, donde el conflicto ha empeorado el sufrimiento de la gente.
El informe Una situación habitual: Violencia en las vidas de los niños y los adolescentes, publicado por Unicef, resalta que en la Agenda para el Desarrollo Sostenible de 2030 figura “un llamamiento audaz y ambicioso para poner fin a la violencia contra los niños, y se reconoce su erradicación como un componente esencial del desarrollo sostenible”.
Según ese informe, “cada 7 minutos, en algún lugar del mundo, un adolescente es asesinado en un acto violento”.