San Pedro Sula, Honduras.
El cierre de la única Unidad de Desintoxicación que tiene San Pedro Sula, en el hospital Leonardo Martínez, le ha caído como balde de agua fría a los pacientes alcohólicos y sus familiares.
Se conoció que ya comenzó el proceso para convertir el centro asistencial en un hospital pediátrico, por lo que las autoridades se ven obligadas a dejar de ofrecer el servicio que se brinda desde el año 1993.
Eva Espinal, representante del Instituto Hondureño para la Prevención del Alcoholismo, Drogadicción y Farmacodependencia (Ihadfa), dice que los 11 pacientes internos serán los últimos en recibir tratamiento.
“Un buen porcentaje de la población está propensa a necesitar de este servicio, considerando que más del 80% de los sampedranos tiene contacto con el alcohol de manera esporádica o muy frecuente”.
Espinal añade que el 55% de la población ha consumido drogas en algún momento de la vida ya sea por curiosidad, presión social o adicción.
Realidad
Un centro de desintoxicación no es la cura definitiva para el alcoholismo porque no es un lugar de rehabilitación; pero su trabajo está enfocado en limpiar el cuerpo y evitar complicaciones médicas e incluso la muerte.
El 85% de los enfermos alcohólicos reinciden y el 20% de ellos dejan de ser apoyados por familiares. “Es triste saber que el cierre sea una realidad, la Secretaría de Salud tiene la responsabilidad de velar por ellos y buscar el espacio adecuado para atenderlos”, expresa Margarita Rivera, familiar de un paciente.
José Samara, director del hospital Leonardo Martínez, indica que el costo promedio anual para el funcionamiento del centro es de cuatro millones de lempiras.
“Eso incluye médico especialista, terapista de desintoxicación, medicamentos, alimentación, hospitalización de ocho a quince días, diez enfermeras auxiliares, una jefa de enfermería y el resto de la unidad”.
Los enfermos alcohólicos expresan que dejarlos sin el servicio médico es atentar contra su vida y que la Secretaría puede asignar un presupuesto y espacio para el tratamiento especializado.
Familiares opinan que el servicio puede ser trasladado al hospital Mario Rivas, pero las autoridades hospitalarias aseguran lo contrario. “En el hospital hay saturación y los enfermos necesitan un espacio para ellos. No tenemos las condiciones para atenderlos de inmediato”, manifiesta Carlos Caballero, subdirector del centro.
El cierre de la única Unidad de Desintoxicación que tiene San Pedro Sula, en el hospital Leonardo Martínez, le ha caído como balde de agua fría a los pacientes alcohólicos y sus familiares.
Se conoció que ya comenzó el proceso para convertir el centro asistencial en un hospital pediátrico, por lo que las autoridades se ven obligadas a dejar de ofrecer el servicio que se brinda desde el año 1993.
Eva Espinal, representante del Instituto Hondureño para la Prevención del Alcoholismo, Drogadicción y Farmacodependencia (Ihadfa), dice que los 11 pacientes internos serán los últimos en recibir tratamiento.
“Un buen porcentaje de la población está propensa a necesitar de este servicio, considerando que más del 80% de los sampedranos tiene contacto con el alcohol de manera esporádica o muy frecuente”.
Espinal añade que el 55% de la población ha consumido drogas en algún momento de la vida ya sea por curiosidad, presión social o adicción.
Realidad
Un centro de desintoxicación no es la cura definitiva para el alcoholismo porque no es un lugar de rehabilitación; pero su trabajo está enfocado en limpiar el cuerpo y evitar complicaciones médicas e incluso la muerte.
El 85% de los enfermos alcohólicos reinciden y el 20% de ellos dejan de ser apoyados por familiares. “Es triste saber que el cierre sea una realidad, la Secretaría de Salud tiene la responsabilidad de velar por ellos y buscar el espacio adecuado para atenderlos”, expresa Margarita Rivera, familiar de un paciente.
José Samara, director del hospital Leonardo Martínez, indica que el costo promedio anual para el funcionamiento del centro es de cuatro millones de lempiras.
“Eso incluye médico especialista, terapista de desintoxicación, medicamentos, alimentación, hospitalización de ocho a quince días, diez enfermeras auxiliares, una jefa de enfermería y el resto de la unidad”.
Los enfermos alcohólicos expresan que dejarlos sin el servicio médico es atentar contra su vida y que la Secretaría puede asignar un presupuesto y espacio para el tratamiento especializado.
Familiares opinan que el servicio puede ser trasladado al hospital Mario Rivas, pero las autoridades hospitalarias aseguran lo contrario. “En el hospital hay saturación y los enfermos necesitan un espacio para ellos. No tenemos las condiciones para atenderlos de inmediato”, manifiesta Carlos Caballero, subdirector del centro.