La popularidad de Mauricio Gustavo “Maní” Suazo comenzó desde que se le pegó como chicle a los hermanos Nayo y Cofra Caballero cuando brillaban en el Marathón.
En todo encuentro del cuadro verdolaga estaba el muchacho moreno y colocho, sirviendo de aguatero. Se había ido a vivir prácticamente a la sede del Marathón porque sus padres lo regañaban debido a que no pasaba en la casa por andar detrás de los jugadores.
No sabían que ese apego al fútbol lo convertiría con el tiempo en el kinesiólogo mejor cotizado de Honduras.
Cierta vez que el Marathón iba a jugar a La Ceiba, subí al avión solo a dejar las maletas de los muchachos cuando el aeropuerto estaba en Barandillas y no había mucho control. Ya estando dentro se le ocurrió a los jugadores llevarme con ellos. Me sentaron en medio y me tiraron encima el matate de balones para que no me viera la tripulación. Una vez en el aire no me podían bajar.
Aprendí unas palabras de portugués y el acento de unos jugadores brasileños que llegaron a jugar con el Marathón. Al principio solo sabía decir garota, que significa mujer, pero luego se me fueron pegando otras palabras. Hablaba como brasileño y me ponía zapatillas de meter para apantallar a las chicas del barrio Paz Barahona.
No siempre. Una de las muchachas que me gustaba era la hija del dueño de un billar, quien creía que yo era extranjero. Un amigo mío le había dicho que yo era uno de los jugadores brasileños que tenía en prueba el Marathón, por eso me dejaba platicar con su hija. Ni siquiera me cobraba las mesas. Todo iba bien hasta que otro pretendiente de la muchacha le dijo: ese no es brasileño, es el hijo de Félix el confitero.
Jugando una mesa estaba cuando de un tirón el papá de la cipota me arrebató el taco. Le contesté imitando el acento de los brasileños, pero el hombre no admitió razones y me sacó del negocio.
Por ese tiempo ya les hacía masajes a los jugadores por la pura satisfacción de estar cerca de ellos. Cuando Picolino, que era el masajista del equipo, se fue definitivamente a El Salvador, me dieron la oportunidad de sustituirlo. Ese fue el comienzo de una carrera que me llevó no solo a convertirme en el kinesiólogo oficial del Marathón, sino de la Selección Nacional.
Lo que pasa es que unos confunden la palabra kinesiólogo y me llaman ginecólogo, pero también me dicen doctor y otros bromeando dicen que soy doctor matasanos.
Como todo niño, soñaba ser futbolista, pero no creí alcanzar la experiencia y la calidad de los grandes. Mejor me fui acercando más al equipo para apoyarlo, recogiendo las pelotas y hasta limpiando los tacos a los jugadores. Eso me permitió hacer una carrera como kinesiólogo y poder ir a dos mundiales.
El ambiente de fútbol se da para tener muchas admiradoras. Recuerdo que más bien cuando conocí a una novia, ella creía que jugaba con el Marathón porque me vio cuando hice un gol en un partido amistoso. Me habían metido a jugar porque faltaba un jugador. Cuando ella se dio cuenta que era el masajista me quiso rechazar, pero ya la conquista estaba hecha.
(Ríe nervioso) No me haga esas preguntas, ni que fuera Brad Pitt, hablemos de otra cosa... me van a quitar el gusto de disfrutar el campeonato del Marathón.
Quien me comenzó diciendo así fue Miguel Caballero, hermano de Nayo y Cofra Caballero. Pero se murió y nunca supe por qué me bautizó con ese nombre, lo que sí sé es que me ha hecho popular.
No siempre. En una ocasión, un agente de Tránsito me detuvo, y yo no andaba licencia. Para que no me hiciera la infracción le dije: no hombre, no me vayas a multar yo soy Maní. Entonces él me contestó: podrás ser ajonjolí, pero conmigo estás frito. Finalmente nos entendimos y me dejó ir. Me di cuenta que era Marathón, pero él no sabía quién era yo.
Una vez que departía con los jugadores, llegó un tipo bajito a buscarnos pleito. Yo ya estaba garrudito, por eso pensé que solo con mi cuerpo lo podía vencer. Cuando me levanto para ponerlo quieto, el tipo empieza a brincar como un resorte y me lanza cinco bombazos. Yo soy chino, pero ese chaparro me abrió los ojos. Después me di cuenta que era un boxeador panameño peso liviano.
Es bien complicado decirlo. Tengo una amistad cercana con todos, yo trato de llevarles alegría y darles cariño a todos. Pero sí puedo mencionar que los que me marcaron fueron Berríos, Mauricio Sabillón y Emil Martínez, porque me dio gran pesar cuando se retiraron. Todavía lloro cuando los recuerdo.
Con Rueda y Suárez tuve un buen precedente en el fútbol, pero Pinto no me conocía. Pienso que nunca tuvo una buena referencia de mí.
Vargas es un tipazo, muy folclórico. Me saco el corazón por él, por su don de gente. Debo confesar que cuando llegó al Marathón tuvimos un choquecito, pero luego hicimos una buena relación. En el equipo me llevo bien con todos. A los jugadores me gusta hacerles bromas para que boten el estrés.
Me hago pasar por periodista de radio y los entrevisto por teléfono de uno a otro cuarto. Me pongo un pañuelo en la boca para cambiar la voz. Una vez le vaticiné a Quioto que sería el sucesor de Carlos Pavón. Cuando el negrito se dio cuenta que era yo el que lo estaba entrevistando, casi me mata.
No lo acostumbro, pero una vez me contestó el profesor Chelato Uclés, entonces yo le hablé en inglés diciéndole que lo llamaba de Estados Unidos. No había terminado de hacerle la pregunta cuando me contestó: no spanish, por decir I don’t speak english, y me colgó.
Lo primero que hago es orar. Luego le doy de comer a JLo (Jennifer López), una lora que es mi mascota, y enseguida limpio mi carro. A veces salgo a caminar. Apoyo a mi hijo que tiene el negocio Mani’s Grill en el barrio La Guardia, atendiendo a los clientes.
No me fue bien. Participé en dos elecciones y en ninguna gané, una de ellas fue como candidato a diputado suplente por el Movimiento Azules Unidos del Partido Nacional. La política no es lo mío.
Cuando Allard Plummer llegó al Marathón creyó que yo era futbolista porque me vio practicando, y me invitó a comer para proponerme que le sirviera los mejores pases, pero cuando se dio cuenta que solo era el masajista del equipo se fue de espaldas como Condorito.
No he pensado en eso, pero creo que será hasta que Dios diga que necesita un kinesiólogo allá en el cielo.
Mauricio Gustavo Suazo
Fecha de nacimiento: 7 de julio de 1950
Edad: 68 años
Ciudad de origen: San Pedro Sula
Lugar de residencia: Residencial Los Naranjos
Profesión: Kinesiólogo
Religión: Cristiana
Equipo internacional: Real Madrid
Situación sentimental: Soltero