San Pedro Sula, Honduras.
Una pelota, tres machetes y cuatro pedazos de madera son los instrumentos de trabajo que Jorge Roberto Ponce (de 34 años) utiliza para conseguir el sustento diario de su esposa y dos hijos. Todos los días se levanta muy temprano para hacer malabares en las intersecciones de las calles sampedranas.
Con sus actos ha recorrido varias ciudades del país. Esta semana la escala la hizo en la Capital Industrial y no se queja de la generosidad de sus habitantes, dijo a LA PRENSA. “Por circunstancias de la vida me tocó trabajar como malabarista en las calles, antes vendía artesanías, pero un conocido me robó todo lo que tenía y tuve que hacer malabares en la calle para sacar para la comida”.
Roberto es originario de Lepaera, Lempira, y hace unos 10 años que se dedica a realizar malabares en las calles.
“Hace una semana que estoy aquí y he podido apreciar la generosidad de los sampedranos”, dice.
A unos dos kilómetros de donde Roberto hace sus actos, en el bulevar del este, un grupo de cuatro jóvenes aprovechan la luz roja del semáforo para presentar en pocos segundos un atrevido acto con seis machetes.
Dos de los malabaristas suben a los hombros de sus compañeros y desde la altura se arrojan y atrapan constantemente los machetes, luego bajan antes del cambio de luces para recibir billetes de diferentes denominaciones, en su mayoría de uno y dos lempiras. En las últimas semanas ha crecido considerablemente la cantidad de personas, en su mayoría menores, que buscan ganarse “las pascuas” con algún acto en las intersecciones de los semáforos.
Según un estudio de Casa Alianza, San Pedro Sula es una de las ciudades adonde más explotación infantil se documenta.