13/12/2025
03:01 PM

Gitanos, proscritos en su tierra

Pocos en Rumania dudan de que los centenares de compatriotas gitanos expulsados por Francia regresarán pronto a este país.

Pocos en Rumania dudan de que los centenares de compatriotas gitanos expulsados por Francia regresarán pronto a este país.

“En cuanto se les acabe el dinero de Sarkozy para estas vacaciones pagadas”, dice con un punto de malicia una profesora de historia. Aventuran que irán a Francia, o a Italia, o a España.

Adrián Paraipan, que viajó en el primer grupo de deportados, lo dejó bien claro nada más pisar el aeropuerto en Rumania: “Le pregunté ¿ahora qué?”, recuerda Andrei Udisteanu, del diario Evenimentul Zilei, y me respondió: “No podemos vivir aquí porque la vida es dura. En un par de semanas como mucho volveré a Francia”.

Allí vivían mendigando y les dieron 300 euros para volver a casa. Los que tenían hijos recibieron 100 euros más por cada niño.

Quizá Adrián y su novia, también expulsada, estén ya en ruta. Una opción que no sorprendería para nada a activistas que trabajan para integrarlos en Rumania, ni al director de la Agencia Nacional para los Gitanos -aquí llamado oficialmente Roma-, Ilie Dinca.

Recuerdan que como ciudadanos de la Unión Europea que son desde 2007 son libres de viajar, tienen libertad de movimiento. “De ninguna manera vamos a violar sus derechos ciudadanos, ellos decidirán si regresan a Francia o se quedan a aprovechar las oportunidades”, dijo Dinca.

Precisa que sus compatriotas “estuvieron de acuerdo en volver” a su país. Lo que les inquieta es que “firmaron un contrato” con las autoridades francesas del que no les dieron copia. Funcionarios de la agencia rumana les pidieron el documento a pie de avión a la llegada a Bucarest, pero no lo tenían.

El director de este organismo querría verlo para asegurarse de que el papel no implica la prohibición de volver a Francia en un plazo determinado.

El segundo país más pobre de la UE, Rumania, no ofrece grandes oportunidades a sus ciudadanos en general. Y menos a los de etnia gitana. “Algunas rumanas sacarían 800 euros trabajando de niñeras en España. Aquí no sacarían más de 300 euros. Por eso se van los gitanos... y el resto. Es el mismo proceso pero más severo. El gitano no llegaría a ser ‘babysistter’en España ni aquí lograría 300 euros”, explica Marian Mandache, de la Fundación Romani Criss.

Daniela, larga melena azabache, 20 años, dependienta de una tienda de ropa en Bucarest, es gitana, y cobra 200 euros mensuales en su trabajo. Un 60% de los hogares gitanos viven con menos del salario mínimo, 657 lei (150 euros), según una encuesta de Kurs, citada por el director de la ONG Alianza Cívica Roma, David Marc.

¿Y cuánto cobra un payo? También 200 euros, cuenta la ascensorista -sí, esa señora que pulsa el botón del piso que uno pide- del edificio gubernamental donde trabajaba la esposa del dictador Nicolae Ceausescu. Una bioquímica empleada en un hospital recibe unos 350 euros. Y los precios no difieren tanto de los españoles.

El último censo de 2002 cifra a los rumanos de etnia gitana en 535,250 personas, pero las autoridades y las ONG aseguran que superan los dos millones de los 22 millones de habitantes. El desfase obedece, según Mandache (gitano, hijo de un taxista y de la dueña de un ultramarinos), a que “muchos no quieren admitir que son gitanos por el estigma social. En España ya no es políticamente correcto hablar contra los gitanos”, precisa Humberto García, representante de la española Fundación Secretariado Gitano.

La gitana Daniela marca distancias con los expulsados. “Los que van a mendigar al extranjero son de zonas rurales”. Ella vive en Bucarest. La deportación voluntaria le parece “por un lado bien, porque allí deberían controlar su actitud y encontrar un trabajo, aunque no es fácil”. Lo sabe bien.

Su marido, Florin, asegura que le despidieron -era guarda de un hotel- al saber que era gitano “porque perjudicaba la imagen del hotel”.
El estigma está a la orden del día. Basta preguntar por este colectivo en las calles de Bucarest. Los rumanos no gitanos echan pestes.

Mucho más científica es, obviamente, una encuesta realizada por Insomar en agosto de 2009. Preguntaban ¿qué palabra le viene a la cabeza si le digo gitano? Delito, robo, limosna, encabezan una lista que incluye inmundo, miedo, desprecio. A un 16% le vinieron dos palabras a la mente, “persona normal”; a un 2,7%, discriminación o pobreza.