Omoa, Cortés
Explorar la fortaleza de San Fernando de Omoa es remontarse a los tiempos en que piratas, corsarios y bucaneros, que asediaban las costas de Honduras, eran repelidos desde esta fortificación a punta de cañón.
Por ser un ejemplo sobresaliente de conjunto arquitectónico que ilustra una etapa significativa de la historia de la humanidad, Honduras propuso ante la Unesco que la fortaleza sea incluida en la lista nominal de Patrimonio Mundial.
Cumple además el criterio de “ser una obra maestra del genio creativo humano”, que exige el comité de selección de la Unesco para ser incluida en esa lista.
La propuesta había sido trabajada anteriormente por el Instituto Hondureño de Antropología e Historia que administra la histórica fortaleza.
“No es un castillo como dice mucha gente, porque aquí no hubo nunca reyes ni reinas, solo milicia para defender las posesiones españolas”, aclaró el guía Nelson Sánchez.
En el interior de sus 31 bóvedas habitaron las tropas y los oficiales del imperio español que defendían a toda costa el puerto de Omoa. Eran los tiempos en que el comercio entre España y Centroamérica estaba en peligro por la guerra entre la madre patria e Inglaterra.
Con las explicaciones de los guías y viendo los vestigios conservados en la fortaleza, es fácil reconstruir mentalmente aquel ambiente en que se movía el contingente a finales del siglo 18.
Todas las bóvedas tienen el mismo tamaño y diseño a excepción de la que servía de capilla, la cual es un poco más amplia. A la capilla solamente entraban los oficiales y personal de alto rango, el resto de personas escuchaban la misa desde afuera.
Otras bóvedas eran ocupadas para cocinas, habitaciones, alojamientos, oficinas administrativas, almacenes y celdas para encerrar a los corsarios que eran capturados. No se sabe de algún pirata que fuera hecho prisionero, ya que estos debían ser colgados del mástil de su barco en caso de ser capturados, según una ley de aquel entonces, dijo Sánchez.
Historiadores aseguran que en las postrimerías de la dominación española hubo dos batallas contra piratas que quisieron asaltar la fortaleza, quienes huyeron con los estruendos de los cañones a sus espaldas.
Monumento Histórico Nacional en 1959, ya que resalta la época colonial
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Historia escondida
Desde que el visitante entra a la fortificación puede ver por doquier los cañones de hierro antiguo y las balas de 24 y 28 libras, hechas para derribar las embarcaciones que osaban atacar la bahía de Omoa.
La misma forma esférica de las balas tienen unos recipientes que eran usados para guardar pólvora y azogue o mercurio. Este elemento químico de color plateado era utilizado para limpiar el oro traído de las minas.
Hay toda una historia escondida detrás de las gruesas paredes de la fortificación hechas de tres tipos de material para resistir los embates del tiempo: ladrillo, piedra de río y piedra de coral.
San Fernando de Omoa es el fuerte más grande de toda Centroamérica y es el segundo mayor en toda América. Visitantes confirman que está entre las cinco estructuras coloniales más imponentes del territorio hispanoamericano.
Los turistas se solazan también subiendo las gradas de piedra que conducen a la terraza, desde donde se aprecia la bahía que fuera blanco de embarcaciones enemigas.
En el centro del patio todavía está el pozo donde se acumulaba agua lluvia para lavar cacao, tabaco y plantas medicinales. El personal no usaba el agua del cercano río Malombo por temor a ser envenenados.
Omoa fue el puerto más importante en la costa atlántica de Centroamérica, ya que protegía del peligro al botín de metales preciosos y a los pueblos de la costa. Por este motivo fue atacada muchas veces por los piratas y corsarios que buscaban adueñarse de las riquezas que desde la colonia se enviaban a España.
Hasta los bancos ingleses mandaban a bombardear la fortaleza en tiempos de la Federación Centroamericana exigiendo el pago de préstamos que le debía la Capitanía.
El instituto Hondureño de Antropología e Historia ha hecho esfuerzos por conservar el diseño original de la vetusta edificación que mandó a construir en 1759 el rey Fernando VI, ancestro del actual monarca español Felipe VI.
En el museo que se encuentra a la par se exhiben pertrechos, utensilios y otros artículos rescatados de la fortificación, entre ellos una enorme olla similar a un gigantesco casco militar, donde se cocinaban los alimentos de la tropa.
Cuando fue construida quedaba a unos pocos metros de distancia del mar, por eso las paredes tienen formas redondeadas para cubrir el impacto de las olas.
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| Algunas de las bóvedas tenían barrotes muy gruesos, porque en un tiempo la fortaleza fue usada como prisión.
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La gota mortal
Cincuenta años después de la independencia, el fuerte fue utilizado como una prisión de alta seguridad por las autoridades hondureñas, y eventualmente fue abandonado.
Se dice que en tiempos de la dictadura de Tiburcio Carías, a algunos prisioneros se les condenaba a estar bajo una gota de agua fría mientras permanecían inmóviles con dagas alrededor de su cuerpo. Al recluso se le iba enfriando poco a poco el cerebro hasta que este quedaba congelado y moría.
Sánchez dice que posiblemente esto solo sea una leyenda o que lo decían a los reclusos para infundir miedo.
Por eso cuando a un criminal le decían “vas preso para el castillo de Omoa”, hasta se ponían a llorar. Los guías no descartan ni afirman la versión, pero no dejan de contarla a los turistas porque a ellos les gusta escuchar estos relatos.
Mauricio Suazo, quien llegó de Puerto Barrios, Guatemala, a visitar la edificación histórica con su compañera, salió asombrado por la magnitud de la obra. “Ni en Antigua (Guatemala) se encuentra este tipo de construcciones coloniales”, expresó.
Agregó que, como mucha gente, cada vez que llegaba a Omoa se iba directo a la playa, pero esta vez decidió entrar a la fortaleza sin imaginar la agradable impresión que le causarían tantos detalles históricos allí guardados.
Es aconsejable realizar el recorrido acompañado de uno de los guías que ofrecen su servicio en el lugar para sacarle mayor provecho a los 40 lempiras que cuesta la entrada. En cada rincón del recinto hay un pedazo del pasado que amerita ser explicado por alguien que ha recibido cursos sobre la historia de la fortificación, como los guías.
Al ser declarada Monumento Nacional en la administración de Ramón Villeda Morales, se puso fin a casi dos siglos de hechos militares y a la dolorosa historia asociada con la prisión, que aún se guarda en la memoria popular como la de un lugar del que no había retorno.
De ser incluida la fortaleza como Patrimonio Mundial, no solo se captarán más fondos para su conservación sino también muchas más miradas del turismo internacional.
| Ahora se puede apreciar que la costa ha ganado más playa separando por una buena parte la edificación del océano.
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