Las lluvias, pronosticadas a partir de mañana por los meteorólogos, multiplican el riesgo. “Difícilmente limpiarán una ciudad que huele a podrido, y que puede llevar las enfermedades a las poblaciones cercanas”, sostiene Lassagne. “Los microbios se van a extender, no van a morir”.
El alcalde de Puerto Príncipe, Jean Yves Jason, se ha puesto manos a la obra para limpiar la ciudad. El problema es que cuenta con muy pocas manos para hacerlo. El Gobierno también ultima su proyecto, en colaboración con la ONU, para sacar de la ciudad a 400,000 personas y darles cobijo en varios megacampos de refugiados, que contarían con tiendas de campaña, agua potable y servicios básicos.
“Sabemos que viene”. La doctora cubana Maribel Brínez repasa sus protocolos epidemiológicos en una pequeña sala del Hospital de La Paz de Puerto Príncipe. Han transcurrido diez días desde la debacle del 12 de enero. En el hospital latino de la capital se trabaja a destajo, se limpia y se amputa; pero ya no parecen los quirófanos de la guerra. Españoles, cubanos, colombianos, chilenos. Se cura en español.
Las autoridades sanitarias del resucitado, y todavía débil, gobierno de Preval advierten a través de las radios del peligro que viene. Casi todo Puerto Príncipe duerme en la calle. Más de medio millón vive en 447 campos de refugiados, otro medio millón en las inmediaciones de sus antiguas viviendas. Pasan el día, descansan, cocinan, comen, se bañan, lavan sus ropas, hacen sus necesidades fisiológicas…
“Y eso puede traer consigo epidemias como el cólera”, advierte Pino González, sanitaria de Médicos del Mundo.
“Y muchas más”, añade Brínez, la especialista epidemiológica del contingente médico Che Guevara. “Leptopirosis, paludismo, tifus, dengue, hepatitis, enfermedades diarreicas… Los hábitos de higiene son muy malos, el agua de pésima calidad, los alimentos también. Una brigada cubana se dirige hacia aquí para fumigar. Los colombianos han instalado una planta de tratamientos de agua para el hospital y para los refugiados que pernoctan en las cercanías”.
Hasta el momento no se ha diagnosticado un solo caso de epidemia en este centro médico; tampoco en el Hospital General, el más importante de la capital.
Recorrer las calles de Puerto Príncipe mide las dimensiones de la amenaza. Y asusta. La gente se vuelca en proteger sus vías respiratorias con mascarillas, pañuelos, hierbas, cáscaras de naranja o pasta de dientes. El extendido mito de que los cadáveres transmiten los peores males ha calado en una población que ayer veía cómo 80,000 cadáveres ya han sido destinados a las distintas fosas comunes. Pero el peligro está mucho más cerca, convive con ellos. Y amenaza con seguir matándolos.