San Pedro Sula, Honduras
De su propia experiencia, Jhoan Kryztabeth Flores (de 34 años) desarrolló valores internos como resiliencia, esperanza y perdón. Las noches oscuras que vivió por años absorbieron su energía, al grado de pensar que merecía el maltrato en todas sus formas.
| Mujer profesional
Es administradora de empresas y empresaria en el sector de mantenimiento industrial y civil.
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Ahora, la joven madre y jefa de hogar trabaja en su propia empresa y es fundadora de un movimiento social con el que difunde información valiosa para prevenir y ayudar a las mujeres víctimas de violencia doméstica y de género.
Un Grito de Esperanza surge como un espacio para escuchar y ayudar a quienes han sido abusadas de forma física, sexual, verbal o psicológica.
“Este espacio nos ayudará a ser mujeres fuertes a través de talleres, charlas y guías de autoayuda”, comenta.
Hace unas semanas, Jhoan fue una de las diez jóvenes sobresalientes que reconoció la Cámara Júnior Internacional Honduras (JCI), puesto que destacan por su liderazgo empresarial y compromiso social.
En su discurso de agradecimiento hizo una retrospectiva de su vida hasta ahora y de las expectativas de ver florecer tanto su idea de negocio como su iniciativa de ayudar a más mujeres que como ella alguna vez anhelan salir del infierno de la violencia.
Emprendedora social
Jhoan desea que más mujeres sean capaces de contar sus historias, reconociéndose a sí mismas como supervivientes.
| Dato
Para contactar Un Grito de Esperanza Aquellos que deseen ser voluntarios en el movimiento social para recibir apoyo y escucha pueden escribir al usuario de Facebook Un grito de esperanza.
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Antes compartió su testimonio por medio de redes sociales y, aunque desde esa plataforma recibió comentarios en su contra, ella está convencida de que debe dar su testimonio para que más personas, sean hombres o mujeres, tengan fuerza, coraje y amor a la vida.
La primera vez que se atrevió a hacerlo sintió el dolor de revivir los crudos momentos provocados por quien fue su esposo por más de cinco años.
Ahora, con la ayuda de su fe, familia y buenos amigos, la joven ve con optimismo el futuro a mediano plazo.
Con el recién lanzamiento de la marca de pinturas Honducolor, que es parte de su empresa Valla Color, la emprendedora está segura de su capacidad e inteligencia.
Su negocio tiene el potencial de avanzar firme en el mercado local de la mano del despegue en la construcción en Honduras, a través de proyectos en edificios, oficinas, casa y otras obras de este sector.
“De alguna manera quiero dar a Honduras un poquito de lo que la vida me ha dado. No siempre han sido mieles, pero sí la experiencia que he necesitado para saber aconsejar y escuchar”, refiere.
Un 10% de las ganancias en la línea de pinturas será destinado para pintar escuelas, asilos y hogares de niños.