22/12/2025
07:48 PM

Don Gregorio, guardián de los difuntos

'Cuando al panteón ya me lleven, no quiero llanto de nadie. El luto llévenlo dentro teñido con buena sangre'.

'Cuando al panteón ya me lleven, no quiero llanto de nadie. Sólo que me estén cantando la canción que más me agrade. El luto llévenlo dentro teñido con buena sangre'.

El silencio del apacible Cementerio General se rompió cuando sin ser un cantante nato, don Gregorio Márquez cantó una estrofa de la ranchera más tradicional que resuena en los camposantos como cumplimiento a un último deseo.

Mientras caminábamos junto a él por el largo pasillo del Cementerio General, ésa fue la pregunta de rigor. ¿Cuántas veces ha escuchado esa canción?

'Uy, pues ya no recuerdo, la he escuchado tantas veces...'.

Gregorio Márquez no es un ciudadano cualquiera. Desde hace 37 años es el responsable de garantizarle la paz a los que partieron hacia el más allá.

De los panteoneros es, sin duda, el más antiguo. Durante 17 años se encargó de vigilar las tumbas en el cementerio La Puerta y desde hace 20 años se preocupa porque nadie rompa la tranquilidad apacible que impera en el Cementerio General.

Entre sus anécdotas como custodio de camposantos no hay historias de ultratumba. Afirma que los muertos no son los que molestan sino los vivos.

Durante sus funciones como vigilante y sepulturero ha vivido junto a miles de personas el dolor que deja la pérdida de un ser querido.

Sin hacer a un lado su propia congoja ha visto cómo muchos han llorado al pie de una tumba con esta legendaria canción. 'Con las Golondrinas y Puño de Tierra tampoco es posible contener las lágrimas. Cada entierro es una historia', dice.

Profundo pesar

No importa si llueve o hace sol. A diario se vuelve parte de su faena el recorrido que hace por el camposanto a fin de comprobar que todo marche bien.

En su caminar aprovecha para echarle una 'miradita' a los que nadie visita.

'Aquí muchos se han olvidado de sus muertos. Bastantes tumbas están descuidadas, pero así como muchos no volvieron hay otros que no le han fallado a sus difuntos', señala.

Así, caminando y caminando hace apenas unos meses ocurrió algo que jamás pensó llegaría a ver dentro de un cementerio.

'Un señor como de 80 años siempre venía a limpiar la tumba de su esposa e hijo. Pese a su edad, él era muy dedicado y no se iba hasta que dejaba bien limpio el mausoleo de sus familiares', recuerda.

Don Gregorio nunca supo el nombre de ese dedicado anciano, pero sí tiene fresco en su memoria el recuerdo de cómo fue que lo encontró muerto al pie de los sepulcros que cada mes visitaba para dar mantenimiento.

'Es lo más duro que me ha tocado pasar en mis 37 años en los cementerios.

De inmediato avisé a la Policía, pero lo más difícil fue darle la noticia a sus familiares que llegaron preguntando por él'. Aunque nunca supo qué le pasó al anciano supone que los recuerdos se lo terminaron llevando.

'Parecía que hablaba solo. Era buena gente, muy amable. No empezaba a trabajar sin antes cambiarse la ropa', remembró. Las tumbas que aquel ejemplar hombre visitaba eran las de Florencia Borjas y Edwin Rogelio Borjas. Su mausoleo yace fresco y aún no tiene placa.

Don Gregorio es padre de 17 hijos y radica en el sector de Cofradía.

Afirma que ya pidió su último deseo a su esposa Julia Servellón. 'Me gustaría que cuando yo muera también me canten con los mariachis La Cruz de Madera'.