Honduras y los gobiernos de la región, con apoyo de científicos, mantienen la ofensiva contra la expansión del gusano barrenador, un parásito que afecta la ganadería de Centroamérica y México y causa pérdidas económicas al sector agropecuario.
Cifras de los diferentes servicios de sanidad animal de todos los países del istmo y México indican que el gusano barrenador ha afectado a más de 20,000 animales, entre bovinos, equinos, porcinos, ovinos y otros, incluidos caninos y felinos.
En Honduras, de acuerdo con estadísticas del Servicio Nacional de Sanidad e Inocuidad Agroalimentaria (Senasa), las autoridades habían registrado 128 casos hasta el 7 de diciembre: 46 en Choluteca, 3 en Cortés, 44 en El Paraíso, 17 en Olancho y 18 en Santa Bárbara.
El gusano barrenador, conocido científicamente como Cochliomyia hominivorax, es un insecto parásito cuyas larvas se alimentan de tejidos vivos de animales de sangre caliente, incluyendo humanos. Pertenece a la familia Calliphoridae y es originario de América. Aunque estaba erradicado en Centroamérica, volvió a ingresar en 2023 a través de la frontera entre Panamá y Colombia.
El ciclo de infestación comienza cuando la hembra del gusano barrenador deposita sus huevos en heridas abiertas o mucosas de los animales. Al eclosionar, las larvas invaden los tejidos vivos, causando daños severos. Este parásito puede provocar infecciones secundarias, debilidad extrema e incluso la muerte del animal.
Hasta ahora, según la Organización Mundial de Sanidad Animal, no hay vacunas ni productos biológicos disponibles, salvo la técnica del insecto estéril impulsada con éxito en la región por la Comisión Panamá-Estados Unidos para la Erradicación y Prevención del Gusano Barrenador del Ganado (Copeg).
Esa organización posee desde 2006 una planta productora de moscas estériles en Pacora, Panamá, como parte de un programa de erradicación y control, gestionado por una comisión conjunta operada por el Departamento de Agricultura de Estados unidos y el Ministerio de Desarrollo Agropecuario de Panamá.
En respuesta a la crisis actual, Copeg ha esparcido moscas en la región durante 2024. Hasta inicios de diciembre había realizado 24 vuelos semanales en Honduras y Guatemala con la dispersión de más de 93 millones de moscas esterilizadas mediante radiación ionizante.
Este método consiste en liberar grandes cantidades de machos esterilizados en áreas infestadas. Estos machos compiten con los machos fértiles para aparearse con las hembras. Cuando las hembras se aparean con machos estériles, no producen descendencia. De esta manera, interrumpen el ciclo reproductivo del gusano barrenador.
Con liberaciones continuas, la población del parásito disminuye progresivamente hasta alcanzar niveles controlables o lograr su erradicación. Este método ha demostrado ser una herramienta eficaz y sostenible para proteger la ganadería y evitar el uso excesivo de productos químicos.
Al mismo tiempo que lanzan moscas estériles, Senasa suspendió la movilización de ganado durante las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Esa entidad, con apoyo de la Policía Nacional, devolverá a los lugares de origen a los animales que sean trasladados en estos días por sus propietarios o trabajadores.
Gilberto Moreno, presidente de la Cámara Hondureña de la Leche (Cahle), considera que “con las diferentes estrategias que desarrollan las autoridades con el opoyo de los ganaderos ha sido controlado el gusano barrenador en Honduras” y aclara que “los casos registrados son migratorios, de origen nicaragüense”.
Moreno afirma que la gandería hondureña no experimenta daños económicos y tampoco el sector lácteo ha observado una baja en la producción de leche como consecuencia de esta plaga.
Pese a los esfuerzos que realizan las autoridades de Honduras y los países de la región, el gusano barrenador llegó a los estados del sur de México, particularmente Chiapas y Campeche. Esto ha obligado a los estados vecinos a activar alertas sanitarias.
Ante la preocupación pública, las autoridades de la región han aclarado que el consumo de carne de animales afectados no representa un riesgo para la salud humana, siempre que esté en buen estado y el animal haya recibido tratamiento adecuado, incluyendo la eliminación de larvas y cicatrización.
Alma Barahona, epidemióloga de la Región Metropolitana de Salud en San Pedro Sula, le explicó a La Prensa que “las personas pueden consumir con seguridad carne de res porque no corren ningún riesgo”, pero aclara que debe ser la carne de un vaca, por ejemplo, “que hayan sometido a un proceso de curación”.