Si fuera una actividad legal, el tráfico de drogas en Estados Unidos sería un boyante negocio, cerca, incluso, de ser una de las principales industrias del país: pocos sectores pueden presumir de tener un mercado de casi veinte millones de potenciales consumidores fieles dispuestos a pagar regularmente más de cien dólares por un producto de consumo inmediato.
En las décadas del 70 y el 80, Colombia se hizo visible a nivel internacional por la ola de terror y poder de los grandes cárteles de la droga. El fenómeno se ha transformado y, aunque en la nación sudamericana imperan pequeñas bandas de traficantes, continúan siendo un gran problema.
De la misma manera que se han trasformado las estructuras del narcotráfico, lo han hecho los métodos, rutas y mercados. Pese a que las legendarias figuras del narcotráfico desaparecieron o fueron capturadas a lo largo de estos años, dejaron legados que continúan mostrando a Colombia como el principal productor de hoja de coca en el mundo.
El fenómeno del narcotráfico impregnó todas las esferas de la sociedad, dio paso a la creación de nuevos grupos sociales como los sicarios y tocó hasta la tauromaquia y el deporte, donde logró participar en el fútbol, el ciclismo, el boxeo, el automovilismo y la hípica.
A pesar de las agresivas campañas adelantadas por los últimos Gobiernos para contrarrestar el problema, la lucha contra este flagelo parece imposible.
Según el más reciente informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, JIFE, el cultivo ilícito de arbusto de coca, que se cosecha en 23 de los 32 departamentos del país, aumentó 27 por ciento en 2007.
El incremento en las hectáreas de cultivos ilícitos es justificado por el Gobierno colombiano con que han mejorado los sistemas de medición por parte del Sistema de Monitoreo de Cultivos Ilícitos, SIMCI, de Naciones Unidas.
El Gobierno argumenta igualmente que su lucha no ha sido perdida totalmente al indicar que a lo largo de los últimos seis años logró erradicar más de 1.5 millones de hectáreas de cultivos ilícitos, incautó 1,258,366 kilogramos de clorhidrato de cocaína, 1,344,851 kilogramos de marihuana y 6,845 kilogramos de heroína y extraditó a más de 957 personas.
Logro
Para el representante en Colombia de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, UNODC, Aldo Lale-Demoz, los programas de desarrollo alternativo, familias guardabosques y proyectos productivos del Gobierno colombiano para contrarrestar la problemática lo han puesto como el país líder a nivel mundial en proyectos de desarrollo alternativo.
Pese al éxito de estas políticas, ha sido difícil contrarrestar el fenómeno debido a que los cultivos alternativos (café, palma, cacao y caucho, entre otros) que ofrece el Gobierno jamás superarán las ganancias que el cultivo de coca les deja a los campesinos.
Datos de la UNODC indican que 80 mil hogares colombianos subsisten de este tipo de trabajo, que en muchas ocasiones los convierte en nómadas, pues deben trasladarse de región a región a medida que la erradicación de cultivos ilícitos que efectúa el Gobierno llega a sus siembras.
A lo largo de dos décadas, el narcotráfico se convirtió en el modo de financiación de grupos paramilitares y guerrilleros, como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, y el Ejército de Liberación Nacional, ELN, que dominan el negocio de tráfico de estupefacientes en algunas zonas del país.
La falta de control de los precursores químicos utilizados para fabricar droga que, según la Policía Antinarcóticos, provienen de los mismos países consumidores, se ha convertido en uno de los problemas más difíciles en la lucha contra el narcotráfico en Colombia.
Las organizaciones del narcotráfico poseen la capacidad de transformarse y tienen ingenieros químicos y personas encargadas para que, cuando se realizan las incautaciones, creen nuevos químicos para la producción, según las autoridades antinarcóticos.
Una campaña para que los Gobiernos productores de este tipo de sustancias y los consumidores de droga compartan responsabilidades con países productores fue lanzada en 2006 por la Vicepresidencia colombiana y cuenta con el apoyo del UNODC.
La llamada “responsabilidad compartida” también busca hacer visible el impacto de la producción de cocaína en el medio ambiente, una situación que, de acuerdo con la Vicepresidencia, mantiene amenazadas más de 35 mil clases de plantas, gran parte de ellas endémicas, dos mil especies de peces y 506 de reptiles.
“Cada gramo de cocaína consumido implica la destrucción de cuatro metros cuadrados de bosque”, manifestó el vicepresidente colombiano Francisco Santos. Pero, en los últimos años, Colombia también pasó de ser país productor a consumidor. Así lo señala un reciente estudio del Gobierno, que indicó que más de 1.8 millones de personas han consumido estupefacientes, en su mayoría marihuana.
De acuerdo con el análisis hecho a treinta mil personas, el grupo de edad con mayor consumo reciente de drogas es el de 18 a 24 años, seguido por el de 15 a 34, y los estratos que más consumen sustancias alucinógenas son las clases media y alta.
Para contrarrestar estos índices, el Gobierno presentará próximamente un polémico proyecto de ley ante el Congreso para penalizar nuevamente la dosis personal de droga, que fue despenalizada por la Corte Constitucional en 1994. El ministro de Comercio, Industria y Turismo, Luis Guillermo Plata, se declara partidario de la penalización al indicar que la permisividad de la dosis personal también ha aumentado delitos como el “narcoturismo”.