A menudo es posible verlo caminar, acompañado por su esposa, por la peatonal de esta ciudad.
El poeta Roberto Sosa, una de las figuras de la poesía hondureña, permite un tiempo a LA PRENSA para conversar sobre su oficio y otros temas colaterales a su vida.
Muchas veces criticado, simpatizante de la izquierda, pero no afiliado, se ha construido camino a base de sus versos que desnudan la realidad social del país donde le ha tocado vivir: Honduras.
Sin más preámbulos nos acercamos a Roberto Sosa.
¿Qué recuerda de su niñez, algún evento lo marcó?
Hay un poema que habla de esa etapa. Está en “El llanto de las cosas”. Son mi primero y segundo recuerdo.
Mi niñez fue de apoyo familiar, claro que con el tiempo aparecen los problemas propios de la infancia y luego uno comienza a establecer un juicio en torno a lo que uno ha vivido.
La toma de conciencia de mi condición social es la base de mi construcción poética.
En el poema “Recuerdo primero” se refiere a un pequeño vendedor que reclama: “por piedad señores, páguenme el pan que me han quitado...
Eso es autobiográfico.
¿Experimentó la condición que refleja el poema?
Sí, eso lo pasé en un tren de carga porque yo vendía pan. Llovía mucho y unos borrachos se comieron el pan, yo pensaba que me lo iban a pagar, pero cuando les cobré empezaron a reírse.
El otro poema dice: “Mi segundo recuerdo lo recorro muerto, una procesión de muertos violentamente muertos. ¿Desde temprano la violencia lo aborda?
En esa época en esos pueblos había mucho delito y homicidios. Observé un primo descuartizado en una cama, apenas tenía cinco años, eso me asustó y es la imagen contextual de la violencia continúa de este país.
¿La violencia marcó su vida de niño y adolescente?
Sí, y aún ahora porque la solidaridad en Honduras es escasa. No somos una sociedad solidaria, precisamente tengo un poema llamado “Los elegidos de la violencia”.
Cuando leí a Dostoievski comprobé que a mí me habían pasado esas cosas también.
De allí mi parentela con el escritor ruso, uno de mis autores preferidos.
¿Cómo se interesa por la poesía?
Tiene que ver con el descubrimiento de la palabra poética.
Me enteré de ella a través de un maestro que tuve en primaria, en Yoro.
Se llamó Joaquín Reyes Tejeda, con él descubrí el uso de la palabra poesía que también significa paz, consuelo.
Esto me permitió descubrir autores como Andrés Bello, Juan Ramón Molina o Froylán Turcios.
Él hizo un libro con poemas escogidos y sentó la base de aprendizaje de la poesía.
El poema que más influyó se llama “La oración por todos”.
¿Cuándo decide dedicarse de plano a la poesía?
En 1959. De Yoro llegué a Tegucigalpa y me encontré con poetas hondureños ya hechos como Pompeyo del Valle, Claudio Barrera, Daniel Laínez y Constantino Suaznabar.
De alguna manera me dieron una pista en mi trabajo. Por cierto, me di cuenta del irrespeto que se tenían los unos a los otros y me parecía extraño porque se sometían a burlas.
Cuando uno viene del pueblo descubre que la capital está estructurada de otro modo.
¿Qué le parecía eso?
En cierta forma a uno lo ayuda porque siempre anda solicitando opiniones, se fortalecen los nexos de amistad y se experimenta el deslinde generacional.
Algunos de ellos se encontraron en esa búsqueda, como el caso de David Moya Posas y los mencionados anteriormente.
¿Con cuál de esos poetas tuvo más amistad?
Con Pompeyo del Valle y Con David Moya Posas, pero era un acercamiento relativo por no podía invadir sus esferas.
Ellos andaban por un camino ya encontrado y yo aún buscaba el mío.
Algunos no me aceptan en la generación del 50, dicen en privado que no pertenezco a esa generación, pero no me interesa mucho.
¿De dónde nace ese rechazo?
No me he puesto a pensar seriamente. Supongo que deben ser los viejos problemas de las capillas, los círculos exclusivistas.
Pero esto, declaro, son pequeñas miserias del arte, de la literatura.
¿Cómo era Roberto Sosa en su adolescencia, enamorado, huraño...?
No propiamente huraño, sino un poco tímido. Incluso era alejado porque empezaba a descubrir otro mundo, a veces de agresividad.
Su primer libro, Caligramas, ¿cómo lo marcó?
Aquí debo mencionar a Andrés Morris, quien destacó mi participación en la literatura hondureña.
Me hizo una crítica dura, donde decía que el poemario no respondía a su nombre.
Pero que el poema “Tegucigalpa” sí era importante por la forma sencilla, limpia y sin pretensiones.
¿Esa voz de Morris lo devastó?
Me hizo volver la mirada a mí mismo.
¿Se arrepiente de haber publicado Caligramas?
No, porque he aprendido a no desechar mi obra como algunos hacen en Honduras.
Conozco el caso de Jacobo Cárcamo, él se arrepintió de su primer libro.
El poeta dice de la muerte: “Pienso como algunos filósofos griegos, mientras esté vivo la muerte no existe. Cuando ella exista uno estará muerto.
¿Un recuerdo de su madre?
Era una mujer de una inteligencia sobrenatural. Cuando ella hablaba yo copiaba lo que decía, algunos versos que yo tengo son frases de ella. Hablaba con sabiduría y la admiraba.
Luego de cursar una maestría en letras en la Universidad de Cincinnatti regresó al país y quiso reubicarse como catedrático en la Universidad Nacional, ¿qué pasó?
Hubo algunos problemas por unas prestaciones que había recibido, mi reubicación no fue posible porque Oswaldo Ramos Soto, alias “Rata Gorda”, me expulsó.
¿Se involucró alguna vez en la izquierda?
No. No he tenido ninguna participación política de grupo. No soy un hombre de partido, pero tengo simpatía con la izquierda. Sí me asociaron con ellos y estaba en las listas de álvarez Martínez.
¿Cómo hizo para participar en el premio Adonaí con su poemario Los Pobres?
Le entregué los originales a un español y cuando entregó el texto me escribió que las esperanzas no eran muchas, porque el número de participantes, cuando entregó mi libro, ya era de setenta y siete.
Se le ha criticado con la antología política que realizó, consideran que dejó a escritores que sí debían incluirse...
Los motivos que tengo para organizar un libro son personales. Nadie puede forzarme a incluir a determinado nombre y no puedo explicar el por qué no.
Extractos
Principio
“Cuando publiqué mi primer poemario, no faltó quien dijera que yo era un poetía o que no tenía importancia lo que había hecho”.
Visión
“Siempre he pretendido ser orgulloso, en el mejor sentido de la palabra, no vanidoso”.
Infancia
“Mis padres eran realmente eso. Un apoyo afectivo y económico total. Era una continua posibilidad de afecto y de amor. Me he sentido profundamente respetado por ellos al grado que he escrito un poema para cada uno de ellos”.
Adolescencia
“Es cuando se cobra el primer peldaño de la conciencia social. Es decir, a qué clase social pertenece uno, no desde el punto de vista político, sino en darse cuenta que uno pertenece a un grupo muy amplio denominado pobres y a otro lado están los ricos”.
Creencia
“Creo en la palabra amor porque hay una lucha universal entre el odio y el amor. Creo en el amor, en la fraternidad de los humanos y en la poesía”.
Inmortalidad
“La ambición de todo autor es permanecer, en que no se olvide lo que ha escrito, que se recuerden sus versos”.
Sus frases
“Honduras es un país violento. La experimentamos desde todas partes. Hay una violencia circular en torno a la sociedad hondureña. De palabra y de acción”.
“El complejo de inferioridad en Honduras es alto. Nos sentimos inferiores y por eso muchas veces existe agresión de palabra”.
“La mayor parte de los escritores somos vanidosos. Nos gusta leer nuestro nombre escrito en letras de molde”.
“Puedo hacer con mis versos lo que yo quiera, nadie me lo puede prohibir. Es mi trabajo y mi obra es la única cosa que realmente me pertenece”.
“El gran problema del arte es decir las cosas y cómo decirlas y en tener el dominio de las palabras que se van utilizar en un texto”.
El escritor de Los Pobres considera que la “madurez del escritor es un proceso lento y doloroso”.
Los pobres son muchos
y por eso
es imposible olvidarlos.
Seguramente
ven
en los amaneceres
múltiples edificios
donde ellos
quisieran habitar con sus hijos.
Su perfil
Nombre: Roberto Sosa.
Educación: maestría en Letras.
Lugar y año de nacimiento: 18 de abril de 1930, Yoro, Yoro.
Estado civil: Casado.
Esposa: Lidia Ortiz, origen salvadoreña.
Hijos: Leonor, Diana y Néstor.
Al vuelo
Política: Debería ser el bien público, no lo es.
Literatura: El reflejo evocativo de la realidad.
Poesía: No definición.
Envidia: El lado invertido de la pedantería.
Amistad: La hermandad elegida.
Honduras: Peñasco sin posible salida.
Cuba: País que comporta el mayor sentido de dignidad política de Hispanoamérica.