La biónica es la aplicación que estudia las estructuras y la forma de vida de las especies más cercanas al planeta, vegetales y animales, para adecuarlas al uso de los seres humanos. Eufemismo tecnológico y moderno cuyo sentido ya utilizara Leonardo da Vinci hace siglos para recrear aquellos inventos primigenios que resultarían prototipos de espectaculares ingenios en la era moderna.
El objetivo de la biónica es investigar el comportamiento de las especies animales como vegetales de la naturaleza, proveedoras de un instinto perdido para el ser humano, pero con el cual no solo éstos sobreviven sino que con él son capaces de crear bellas formas y estructuras que les permite afrontar grandes desafíos.
La biónica utilizada desde los años 60 y 70 en la ingeniería y el diseño se abre paso ahora en la arquitectura y el urbanismo para tratar de hacer de las ciudades urbes más humanas y eficientes energéticamente.
El reto ya está próximo
Cada segundo nacen dos niños, se construyen dos ordenadores y medio y desaparece media hectárea de bosque. Somos seis mil millones de seres y dentro de veinte años seremos quince mil millones. Para el arquitecto español Javier Pioz, quien ha trabajado durante años con su mujer Rosa Cervera, promueve la arquitectura biónica. “En estos últimos años el mundo ha sido consciente de crear energías alternativas; pero no se han desarrollado todavía los modelos arquitectónicos o de ingeniería adecuados para esta nueva necesidad”.
La razón de la arquitectura biónica es una razón social. Vamos a ser muchos habitando el planeta, en algunas ciudades como Shangai hace un siglo eran cien mil habitantes y ahora son 16 millones, ocupa cien kilómetros cuadrados y tiene siete mil rascacielos. Pero dentro de 25 años llegará a tener una población de 25 millones de habitantes.
Por eso el alcalde de esta ciudad china propuso a Pioz y Cervera trabajar en proyectos biónicos. “La razón fundamental del alcalde era que sabía que una ciudad con el doble de tamaño como la de ahora es insostenible energéticamente si no se cambia de modelo urbano y arquitectónico”, dice Pioz.
En las grandes torres biónicas pueden vivir hasta miles de personas gastando mucho menos energía que cien mil viviendo en chalets.
“Aunque sea más humano vivir en un chalet, resulta impagable. No es sostenible ni hay recursos en el planeta, por eso en esas ciudades donde las concentraciones humanas son muy altas hace mucho tiempo que se aceptó que la única manera de sobrevivir era construyendo en altura. Pero los rascacielos no son una buena solución porque en muchas ciudades chinas o indias donde se construyen muchos rascacielos de 200 metros hay una separación entre ellos de escasamente decenas de metros y eso es inhumano”, explica Pioz.
Ya los ingenieros biónicos, entre los años 60 y 70, cuando se enfrentaron para crear ingenios electrónicos, se plantearon la posibilidad de que algún ser vivo de la naturaleza les ayudara a comprender la lógica para construir ese nuevo ingenio. Así nació la arquitectura biónica, como respuesta innovadora a los múltiples problemas que surgían en el siglo XXI, como es la superpoblación y el consumo de energía y de agua excesivos.
Para Pioz, “desde un punto de vista científico un termitero sería muy parecido a una ciudad, un conjunto de termitas o incluso un bosque de árboles, un complejo donde habitan especies vivas que tiene unas estructuras de relación y de comunicación muy parecidas a las estructuras urbanas”.
La naturaleza optimiza la energía
La naturaleza tiene una premisa que es optimitizar el gasto de energía. “Hacer una brizna de hierba cuesta poca energía y hacer una rosa cuesta mucha; pero en ambos casos no cuesta más de lo que tiene que costar. El gasto está optimizado y, sin embargo, en las ciudades no obramos así”, explica Pioz.
Las estructuras de la naturaleza complejas de muchos de sus seres tienen una geometría, un orden, una lógica basada en utilizar al máximo los recursos naturales y ahorrar energía. Son dos leyes que ahora deben ser aplicadas a la arquitectura como elemento urbano y a la ciudad como complejo.
“Los edificios se construyen con pilares y vigas, y en la naturaleza nunca se hace así. Los pilares y vigas son una manera humana de construir, pero es un sistema muy pobre comparado con el que utiliza la naturaleza que crea redes formadas por muchos pequeños elementos que comparten trabajo. Un ejemplo son las mariposas monarcas que vuelan miles de kilómetros y todas las noches descansan, cuando lo hacen buscan un árbol y se pegan a su corteza miles de ellas, formando una capa de 10 o 15 centímetros de grosor, así que por la noche aunque haga viento y frío con esa estructura son capaces de resistir”, dice Pioz.
En la naturaleza es más importante la geometría que el material con que están hechas las cosas y para los humanos resulta más importante el material que la geometría. En nuestras ciudades se utiliza mucho material porque, según Pioz, “disponemos de geometrías inadecuadas y la naturaleza nos enseña que con el orden adecuado se puede ahorrar mucha materia constructiva y mucha energía”.
El mecanismo de percusión de una avispa tiene un sistema que pone en práctica una presión muy grande en una superficie muy pequeña, ese mecanismo de percusión ha sido analizado para producir martillos neumáticos que ahorren energía y que son los que ahora se utilizan.
Eso ocurre con cantidad de objetos que son capaces de inspirar su funcionamiento de una manera lógica de seres vivos que llevan millones de años de evolución.