11/07/2025
08:05 AM

'Asusté al España con un león vivo”

“El profesor” Raúl Montenegro vive su doble pasión por el fútbol y por el billar.

Don Raúl Montenegro es tan aficionado al Olimpia que en una ocasión en que se jugaba la gran final entre el equipo albo y el Real España metió un león verdadero al estadio.

Primero lo llevó al Morazán de San Pedro Sula y luego al Nacional de Tegucigalpa, adonde el Olimpia se alzó finalmente con la corona después de la algarabilla que provocó la presencia del felino en plena cancha.

“Fue en 1977, España iba para tetracampeón, pero a mí se me ocurrió alquilar un león vivo al circo América y lo llevé en su jaula al estadio Morazán y después al Nacional, aprovechando que yo era el jefe de personal de la liga”, comenta Montenegro.

Tras el triunfo circuló el rumor que el España se había dejado ganar por órdenes de su propio presidente, el fallecido general Juan Alberto Melgar, ya que el cuadro estaba imbatible; pero don Raúl cree que fue su león el que lo asustó.

“Yo soy primero Olimpia, después Olimpia y por último Olimpia, nada de andar coquetendo con el Real Madrid o el Barcelona. Eso antes no existía entre la afición”, se jacta.

Vio por primera vez jugar a su equipo en Tegucigalpa en un campo que estaba detrás del hospital San Felipe de Tegucigalpa, porque en ese tiempo todavía no se construía el Estadio Nacional Tiburcio Carías Andino, comentó.

Esa vez, el cuadro albo le ganó a un equipo de Costa Rica con el refuerzo de Majoncho Sosa, según recuerda.

Entre bromas y tacazos

En San Pedro Sula no existe un jugador de billar que no lo conozca porque don Raúl es el pionero de los torneos de este deporte de los tacos y las bolas de marfil y dueño del Club de Billar El Solar en el que ha impuesto sus propias reglas.

Cuidado con escupir en el piso, llegar con aritos o jugar con la camisa por fuera porque le puede sacar tarjeta roja como en los partidos de fútbol. León Chulampín Cedillos -el fallecido árbitro de la Liga Nacional de fútbol- le regaló tarjetas de las que usaba para sancionar a los jugadores y ahora él las usa para poner orden en su negocio de una manera divertida.

Si la falta del cliente es leve le saca la amarilla, pero si se sobrepasó lo expulsa del billar mostrándole la roja, al tiempo que suena el silbato que no le falla en la bolsa. De esa forma ha retirado a muchas personas que no son gratas, por eso sus clientes son los mismos.

A eso de las cinco de la tarde los jugadores comienzan a llegar al establecimiento localizado en el barrio Guamilito, porque todos trabajan. “Quiero demostrar que el billar no es para vagos como creen muchos, sino más bien un deporte bajo techo”, dice don Raúl. De allí que haya decidido formar una especie de club adonde los miembros hacen bromas sanas mientras dan tacazos a las pelotas para dirigirlas a las buchacas.

Dice que de su negocio han salido frases populares como “andás tocando arena” para referirse a alquien que no tiene dinero y que lo único que toca en sus bolsillos es una fina arena. O bien “tocá la puerta” cuando llega un inoportuno a querer participar en una conversación sin que lo hayan invitado.

Cada jugada en el billar vale ocho lempiras, pero hay quienes llegan a preguntar cuánto vale la mesa, entonces don Raúl les contesta irónicamente: “A mí me costó 30 mil lempiras, pero no la vendo”.
Un león desvelado

Un león artificial domina el salón desde un sitio preferencial, como símbolo de las simpatías de su propietario por el equipo merengue. “Se le ve desvelado”, comenta uno de los clientes del negocio en alusión a que la mascota ha tenido largas parrandas a raíz del título de tetracampeón que obtuvo el Olimpia el pasado domingo.

Así vive don Raúl, entre sus dos grandes pasiones: el fútbol y el billar, que es el que le ha dado de comer desde que se metió al negocio en 1983 en otro local de ese mismo sector.

“Me di el taco de hacer una elminatoria de billar en el Boliche (ya desaparecido) y hacer la final en el Club Hondureño árabe, fue la última final, ahora solo hago torneos relámpagos”, comenta al referirse a su trayectoria como promotor de ese juego.

Muchos lo conocen como El Profesor porque así llama él a las personas amigablemente aunque no tengan ningún título. Recuerda que una vez el catedrático de un colegio que llegó al billar lo vio mal cuando lo llamó “profesor”, sabiendo que don Raúl le daba ese título a todo mundo.

Al rato se le acercó para reclamarle: ‘Quiero decirle que si usted no es profesor, yo sí soy profesor graduado’. Después no hallaba el dueño del billar cómo llamar al profesional, aunque realmente fuera profesor.

Fue chofer de sus ídolos

Antes de incursionar en el mundo del billar, don Raúl había caído como pez en el agua al ser contratado como conductor de la Liga de Fútbol No aficionado, porque tenía la oportunidad de estar cerca de sus ídolos.

Transportaba a los jugadores de los diferentes equipos, de una ciudad a otra, según el lugar adonde les tocara jugar. Estaba puntualmente en el sitio que le asignaban los dirigentes, por eso fue nombrado empleado del año y llegó a ser jefe de personal.

Cierta vez, cuando la Coneja Cardona era el entrenador del Real España le ordenó que fuera a traer al equipo a la sede, que estaba ubicada en el edificio adonde en un tiempo funcionó Cementos de Honduras, pero quería el bus de regreso a la una en punto en el hotel.

La Coneja lo acompañó llegando ambos a la sede a la hora indicada y resulta que no había ningún jugador, así que regresaron al hotel con la unidad vacía. “Al rato fueron llegando los jugadores uno por uno al hotel, unos en taxi y otros a pie. Así era la Coneja de estricto”, manifestó.

A sus 79 años, el Profesor sigue activo como aficionado del Olimpia y como billarista. No se pierde ningún partido de su equipo donde quiera que juegue, ni deja de pasar lista todos los días a sus clientes del emblemático billar.