En mis 29 años de vida es lo más horrible que me ha sucedido. Haber pasado tres noches oscuras en la pequeña terraza de nuestra casa, asediados por el agua, con mi padre y otras 15 personas más, es una experiencia que al recordarla humedece mis ojos.
A raíz de las vivencias dolorosas que mi padre pasó en el Fifí y el Mitch mandó a construir la terracita a la vivienda de concreto de la colonia La Paz en La Lima, Cortés, como si presintiera que nos salvaría la vida a nosotros dos y a los otros vecinos, entre ellos tres menores.
| Ayer fue restablecido el servicio de energía eléctrica en gran parte de La Lima; el de agua, que es el que más urge, aún falta.
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Cuando el agua me llegó al ombligo sabía que esto se iba a inundar, pero nunca imaginé que la llena sería de tal magnitud. El agua subió a 5.5 pies, según la marca que dejó en las paredes, lo cual significa que nos hubiera cubierto completamente si no subimos a la terraza.
Allí pasamos apretujados las tres noches, acostados, unos en un colchón que logramos subir, otros en unas sillas de plástico y los que no encontraron donde caer cuando los vencía el sueño se tiraban en el piso mojado. Dos de los vecinos y yo pernoctábamos atravesados en la base de una cama, con los pies sobre sillas de plástico.
Una carpa y un toldo de lona cubrían a medias el grupo abigarrado de refugiados compuesto además por nuestras mascotas Tiky y Roco.
| Reconstrucción. Con su padre Javier Rodríguez hace remembranzas de las angustiantes noches que a ambos les tocó vivir mientras reacondicionan la casa.
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Incomunicados
Estábamos a oscuras, sin poder llamar a nadie porque no había señal para los celulares.Un viejo radio portátil de baterías aumentaba el pánico y el estrés porque transmitía noticias sobre los desastres ocurridos en otros sectores del país y anunciaba posibles descargas de la represa El Cajón. Los más temerosos me pedían que por favor lo apagara o que sintonizara música para relajarnos un poco.
Entre los vecinos que desde el miércoles estaban refugiados en nuestra casa se encontraban una señora y su hija, a quienes sorprendí temprano de ese día sentadas en las bancas de cemento que hay fuera de nuestra casa viendo el agua correr bajo sus pies. Cuando les pregunté qué hacían me respondieron que no sabían adónde ir. Entonces las invité a pasar. Los otros vecinos fueron llegando poco a poco.
| Emprendedores. Después de la tragedia visitó a su vecina Daysi Cruz, quien ha comenzado de cero a construir su negocio de venta de comida casera.
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Afuera de la casa, la calle era un río que arrastraba todo a su paso.
Recuerdo que la madrugada del viernes vimos una vaca, entre la correntada, que parecía ahogarse porque iba con la cabeza hacia arriba. Uno de los vecinos que conoce de ganadería dijo que era un animal de raza, posiblemente de una hacienda del sector que fue propiedad de la familia Rosenthal.
Creo que el desastre hubiese sido mayor si no fuera por la presencia del canal Maya que ayuda a descargar las aguas del río Chamelecón de donde proviene el mayor caudal en las llenas del sector de La Lima.
| Conmovido. No puede evitar derramar una lágrima mientras relata lo sucedido desde que comenzó la inundación hasta que terminó.
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Afortunadamente mi padre no perdió su carro, como la mayoría de los vecinos, porque lo había dejado bajo buen resguardo donde uno de sus amigos, quien al ver que los niveles de agua subían lo llevó a un lugar más seguro. El mío también lo había ido a dejar a El Progreso antes de que el huracán dejara su huella funesta en todo este sector.
Hoy (ayer domigo) que regresamos con mi padre a la casa me conmovió más que nuestra tragedia la de otros vecinos que lo perdieron todo. Uno de ellos nos salió al paso con lágrimas para contarnos que a pesar de toda la angustia que pasaron y los enseres perdidos, su padre no quiere abandonar la vivienda.
En todo el trayecto de San Pedro a La Lima me conmovió ver cómo toda la mediana del bulevar estaba convertida en un inmenso albergue y damnificados que se aglomeraban desesperados alrededor de personas e instituciones que les llevaban ayuda.
En comparación a lo que ellos vivieron, nosotros somos afortunados.
| Agradecido. A pesar de lo sucedido se siente afortunado porque no sufrió lo que otros vecinos que perdieron todo y algunos hasta sus familiares.
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