18/04/2024
08:52 AM

'Me daba cervezas y marihuana y me agredió sexualmente'

Un hombre de 57 años le dio dinero, ropa y objetos de valor. Luego, cervezas y marihuana. Finalmente, le ropió la ropa y la desnudó.

San Pedro Sula, Honduras

Cuando tenía 12 años, Fernanda “se desvivía por llevar a otros niños a la iglesia”, dice su mamá Ángela, pero cuando estaba por cumplir 13, de la noche a la mañana, renunció a las cosas de Dios y cayó rendida ante las fantasías e ilusiones creadas por Aníbal, quien aseguraba ser el mejor amigo de su madre.

Dato
La Fiscalía recibió 157 denuncias por tentativa de violación y 50 por tentativa de violación especial en tres años.

Este hombre de 57 años de edad, con dos fracasos conyugales, puso sus ojos lascivos en el cuerpo de Fernanda cuando aún era una impúber y puso en marcha un avieso plan para ganar la simpatía de una niña que, en ese momento y pese a estar en medio de la pobreza, no dejaba de soñar con un título universitario.

Empujada por la necesidad de dinero, Ángela (madre soltera con escasa formación académica) salía todos los días de su casa a buscar un trabajo, como el de “lavar ropa ajena”, y se veía en la obligación de “dejar a la niña en la casa de la abuela”, cerca de la vivienda de su gran amigo Aníbal.

Mientras Ángela se ganaba la vida en otras colonias lavando ropa y limpiando casas, Aníbal, marihuanero y alcohólico empedernido, forjaba maliciosamente ante los ojos de Fernanda la imagen ficticia del padre y abuelo que ella nunca tuvo.

La niña, con su frágil y volátil discernimiento, cayó en la trampa. En los primeros meses, Aníbal le regaló dinero, ropa y otros objetos que su madre no podía comprarle. “Ese hombre se enamoró de ella que hasta se despezuñaba por conseguirle cosas”, recuerda ahora su mamá.

Dominada por el encantamiento falaz, Fernanda, no solo abandonó la iglesia, también tiró a la basura los cuadernos y los bolígrafos. La niña obediente, devota de la religión y con sueños, al cumplir los 14 años en junio pasado, se sintió mujer con poder para tomar sus propias decisiones. “No le obedecía a mi mamá, estuve rebelde”, recuerda.

A esa altura del plan, cuando había logrado doblegar la voluntad de la niña e influir en su personalidad, Aníbal dio el siguiente paso: la invitó a beber las primeras cervezas. “Al principio una, después me daba varias”, dice la niña que en junio próximo será quinceañera. “Algunas veces me daba las cervezas en la pulpería y otras veces en la casa de él”.

Familiarizada con el sabor de las cervezas, viviendo una libertad y una seguridad ilusoria, Fernanda pasó de inhalar el humo a fumar los puros de marihuana que siempre tenía entre los dedos el hombre que le aseguraba “quererla como nieta”.

“Hace unos 7 u 8 meses él comenzó a darme marihuana. No fumé de manera exagerada con él porque mi mamá me podía ver. Pienso que fumé unas 20 veces”, dice.

Ángela, quien no sabía que su hija fumaba cannabis entre 1 y 2 veces a la semana y no imaginaba que un peligro inminente la acorralaba, creía que su hija “se había puesto rebelde y mal portada” porque estaba pasando de la niñez a la adolescencia.

Un sábado de finales del año pasado, Aníbal decidió dar el golpe, la invitó a beber cervezas a una pulpería y después la llevó a la casa. Emborrachó a la niña hasta llevarla a un estado de embriaguez en el cual la persona es presa de la euforia sin perder las capacidades motoras.

Fernanda cuando esperaba en una clínica de oftalmología del Hospital Mario Rivas. Esta niña le dijo a LA PRENSA que le gustaría terminar este año el sexto grado y continuar estudiando, pero su mamá no tiene suficiente dinero para sus gastos escolares.

“Yo me había bebido varias cervezas. En un momento que no lo esperaba él me abrazó y me rompió la camisa. Me dijo que tenía que pagarle todo lo que él me había dado. Él quería que yo tuviera relaciones sexuales y le dije que no”, relata.

El rotundo no de Fernanda endemonió más a Aníbal. “Comenzó a decirme perra y basura”, dice. Luego la embistió a golpes. “Él quería abusar de mí. Me golpeó con los puños y me dio con un tubo. No me desmayé, pero hay cosas de las cuales no me acuerdo. Yo grité para que mi abuela escuchara”, dice.

Tras los gritos desgarradores, algunos hombres entraron a la casa y liberaron a la niña. Una hora después llegaron varios policías y capturaron a Aníbal.

Ángela, quien dice que no quiere volver a ver nunca más a Aníbal, llevó a Fernanda al Hospital Mario Rivas para que recibiera asistencia psicológica y médica.

“No logró violarme, pero me golpeó la cabeza, me dejó la oreja morada y un ojo lleno de sangre”, dice la niña.