Las ilusiones de Darío eran poner su restaurante y sacar adelante a su hijo de cinco años. “Desde que empezó a trabajar de cocinero y sacó sus cursos descubrió su talento por el arte culinario y el dijo que ya no quería ser futbolista, ni ingeniero, sino que chef”, relataron sus familiares y amigos ayer en su velatorio quienes lo calificaron como un buen cocinero por excelencia.