Sopeso en mi mano el Blake de la Longman. Veo que en la cara interior de la tapa, Rachel ha escrito a lápiz: «Para Charles, amorosamente. Rachel. » Sostengo entre el pulgar y el índice una goma elástica, y dejo que el grueso volumen suba y baje sobre la mesa.
Elaine, la amiguita de mi hermano mayor, estaba sentada en el sofá con un vaso de whisky con hielo en la mano.
—Pues ese Gerry, el tipo con el que salía antes de Mark, sabes, era una especie de poeta, conferenciante por libre, vanguardista, esa clase de rollo, y andaba metido en el trip Selby-Miller-Purdy, como todos nosotros, que a veces somos tiernos y otras bellos, pero siempre, ya entiendes, estamos matándonos y jodiéndonos mutuamente. Y entonces a Gerry se le mete en el coco lo de esas malditas contradicciones, Dios y Satanás, creatividad y napalm, amor y talidomida, jodienda y crueldad, nacimiento y muerte, juventud y mierda.
—Ya lo calo —dije, echándome un pegote.
—Y sus poemas eran cada vez más tenebrosos, y sus experiencias con ácidos cada vez más negativas, y ya no quería dar conferencias, y ya no podía dormir, y no quería entrar solo en el baño, cada vez estaba más hipado y menos orgánico, no quería comer. No sé, ya veo por dónde va su cabeza, pero...
—Sí, el típico viaje a ninguna parte.
—Exacto. Y también le gustaba bastante vestirse en plan travesti —rió—. A veces yo le gustaba mucho y lo ponía caliente y me decía que yo era guapa —(cosa que era cierta)— y otras veces me daba la sensación de que más bien lo enfriaba. Le daban los temblores en cuanto la metía en el saco —volvió a reír—. Nos acostábamos sólo una vez a la semana, ¿captas? Primero estaba muy animado, pero luego no se le ponía en marcha.
—Sé exactamente a qué te refieres.
Media hora antes, por la ventana del baño, vi a mi padre despidiendo a Sir Herbert, Willie French y las señoras (a todos los cuales besó por igual). Cuando su auto ya se alejaba, mi madre, que llevaba un conjunto de americana y pantalones color cereza, se puso a su lado. Mi padre le pasó un brazo por los hombros, y ella respondió apresuradamente enlazándole por la cintura. Dijeron cosas que no pude oír. Pero por la inclinación de la cabeza de mi padre supe que estaba mostrándose amable.
Aún se encontraban al pie del porche de la entrada cuando dos carros aparecieron en la curva del paseo que daba acceso a la casa. Del primero, el MG de Mark, se apearon Mark, todo culo y sonrisas, y Elaine. Del segundo, un Jaguar como el de DeForest, tres guapos gángsters y una segunda chica, más alta que Elaine; en el extremo superior de sus piernas, apenas cubiertas por una falda del tamaño de un cinturón, entreví el rojo escarlata de sus bragas. Gracias a ello experimenté una erección desanimada y desprovista de placer. Después bajé a reunirme con ellos, con la cara todavía sonrojada, pero no tan ambiguamente. Escupí bastante, porque cuando se llora abundantemente también se escupe más.
Mi padre y mi hermano y los demás entraron en la sala por las puertas del jardín. Estuvieron hablando de las mejoras que había que hacer en la casa. Mark esbozó sus planes para ajardinar los terrenos de la parte de atrás. Luego acompañó a sus amigos al mueble bar y les sirvió más ginebra. Todos rieron e hicieron bromas y parecieron gustar realmente de su mutua compañía, como suelen hacer las personas altas y saludables cuando todo les va bien. Elaine subrayó la distancia que mediaba entre ella y los demás continuando su monólogo narrativo [...].