20/12/2025
08:42 PM

La victoria de la princesa

El enlace entre la heredera al trono, la princesa Victoria, y Daniel Westling ha estado marcado por la emoción y las lágrimas contenidas y, en varias ocasiones, no tan contenidas de los novios e invitados.

La boda real sueca terminó con la idea de que los nórdicos son fríos. El enlace entre la heredera al trono, la princesa Victoria, y Daniel Westling ha estado marcado por la emoción y las lágrimas contenidas y, en varias ocasiones, no tan contenidas de los novios e invitados.

La futura reina de Suecia llegó a la catedral de San Nicolás en Estocolmo cuando el reloj ya había marcado las 15.30 luciendo un ajuar creado por el diseñador sueco Pär Engsheden.

El traje fue confeccionado con seda duquesa satinada en color crema, con manga corta y cuello hacia el exterior siguiendo la línea del cuello, lo que daba la impresión de un escote barco. La cintura estaba marcada por un fajón abotonado en la parte posterior. La zona de la espalda tiene forma de V, también con botones forrados.

La cola del vestido, de cinco metros de largo, estaba ribeteada, sujeta a la cintura y cubierta con el velo dispuesto en la misma forma.

Victoria llevó unos zapatos forrados en la misma tela del vestido de la maison Roger Vivier, especialmente creados para ella.

Una diadema con siete camafeos, que ya lució su madre en su boda hace 34 años, sujetaba un velo de raso.

Dicha
Victoria cumplió su deseo de romper la tradición sueca e hizo la mitad del recorrido al altar del brazo de su padre, el rey Carlos Gustavo, y la otra mitad junto a su impaciente prometido.

Nerviosos y muy emocionados, los novios estuvieron casi toda la ceremonia tomados de la mano y no pararon de lanzarse tiernas miradas ante la respiración contenida de los asistentes a la boda.

En el gesto tembloroso de Victoria se adivinaba que recorrer esas decenas de metros hasta el altar le habían costado una lucha de siete años para convencer a su padre de que Daniel, su profesor de gimnasia, era el amor de su vida.

Tras una breve prédica, el arzobispo Anders Wejryd, cabeza de la iglesia luterana sueca, los declaró esposos. Al intercambiarse los anillos de boda, Victoria y Daniel, muy sonrientes toda la boda, no pudieron evitar las lágrimas.

Ejemplar
Tras el beso de rigor a la salida del templo a petición del público, Victoria y Daniel salieron en su carroza de 1900, acompañados por un cortejo con ochenta caballos. Durante los casi siete kilómetros de recorrido por el centro de Estocolmo, recibieron el calor de miles de suecos que, desde primeras horas de la mañana, habían luchado por hacerse con el mejor sitio.

A ambos lados de la calzada, más de seis mil soldados desfilaron en honor a los novios. Unos 2,500 policías velaban por la seguridad. No se registraron incidentes.

Los príncipes, que no han escatimado en besos y abrazos, se embarcaron luego en la barcaza Vasaorden, de reminiscencias vikingas, para hacer la última parte del trayecto hasta el palacio Real.

En las escaleras del palacio los esperaban los 600 invitados al banquete nupcial, y detrás de las vallas, miles de suecos y turistas que estallaron en júbilo coincidiendo con la llegada de la pareja, homenajeada luego por un coro formado por 300 voces de nueve agrupaciones.

“Gracias, Suecia, por haberme dado a mi príncipe”, dijo Victoria en señal de agradecimiento por los cientos de miles de suecos que le han mostrado su apoyo en un día tan memorable.