San Pedro Sula, Honduras.
Cada año -desde 1982- una figura reconocida recibe el encargo de emitir un mensaje para el Día Internacional de la Danza. En 2015, el escogido ha sido el bailador y coreógrafo de flamenco Israel Galván. Este profesional de la danza nació en Sevilla, España, en 1973 y desde los cinco años entró en contacto con el mundo del baile gracias a su padre. Pero en su biografía cuenta que no es hasta 1990 cuando descubre su vocación.
“De pequeño, no me gustaba el baile, pero era algo que salía de mí de una forma natural y fácil. Casi instintiva. Con el tiempo me di cuenta que el baile curaba, me hacía efecto, casi medicinal, me ayudó a no ser tan introvertido y a abrirme a otras personas”, escribe en su mensaje.
Para este artista, personajes como Carmen Amaya, Valeska Gert, Suzushi Hanayagi y Michael Jackson son “turbinas generadoras de energía y esto me hace pensar en la importancia de la coreografía sobre esa misma energía del que baila. Seguramente lo importante no es la coreografía sino precisamente esa energía, el torbellino que provoca”.
Y a continuación describe un estado quizá común para quienes aman el baile en cualquiera de sus manifestaciones: “Después, el baile, acaba convirtiéndose en una obsesión que consume mis horas y que hace que baile hasta cuando me quedo quieto, inmóvil, apartándome así de la realidad de las cosas. No sé si esto es bueno, malo o necesario pero… así es. Mi hija Milena, cuando estoy quieto en el sofá, pensando en mis cosas, con mi propio runrrún, me dice: Papi, no bailes”.
Cierra con una dedicatoria: “Me gustaría dedicar este Día Internacional de la Danza y estas palabras a una persona cualquiera que en el mundo esté bailando en este justo momento”.
Cada año -desde 1982- una figura reconocida recibe el encargo de emitir un mensaje para el Día Internacional de la Danza. En 2015, el escogido ha sido el bailador y coreógrafo de flamenco Israel Galván. Este profesional de la danza nació en Sevilla, España, en 1973 y desde los cinco años entró en contacto con el mundo del baile gracias a su padre. Pero en su biografía cuenta que no es hasta 1990 cuando descubre su vocación.
“De pequeño, no me gustaba el baile, pero era algo que salía de mí de una forma natural y fácil. Casi instintiva. Con el tiempo me di cuenta que el baile curaba, me hacía efecto, casi medicinal, me ayudó a no ser tan introvertido y a abrirme a otras personas”, escribe en su mensaje.
Para este artista, personajes como Carmen Amaya, Valeska Gert, Suzushi Hanayagi y Michael Jackson son “turbinas generadoras de energía y esto me hace pensar en la importancia de la coreografía sobre esa misma energía del que baila. Seguramente lo importante no es la coreografía sino precisamente esa energía, el torbellino que provoca”.
Y a continuación describe un estado quizá común para quienes aman el baile en cualquiera de sus manifestaciones: “Después, el baile, acaba convirtiéndose en una obsesión que consume mis horas y que hace que baile hasta cuando me quedo quieto, inmóvil, apartándome así de la realidad de las cosas. No sé si esto es bueno, malo o necesario pero… así es. Mi hija Milena, cuando estoy quieto en el sofá, pensando en mis cosas, con mi propio runrrún, me dice: Papi, no bailes”.
Cierra con una dedicatoria: “Me gustaría dedicar este Día Internacional de la Danza y estas palabras a una persona cualquiera que en el mundo esté bailando en este justo momento”.