El vía crucis invita a recordar con amor y agradecimiento lo mucho que Jesús sufrió por salvarnos del pecado. Usted se animará a cargar las cruces de cada día si recuerda las estaciones de Jesús hasta su muerte en la cruz.
'Jesús dijo a la gente de su tiempo: 'Si quieres ser mi discípulo, toma tu cruz y sígueme'. Hoy, en la juventud del mundo, Jesús vive su pasión a través de los jóvenes que sufren, que pasan hambre y discapacitados. En ese niño que come un pedazo de pan miga a miga porque sabe que cuando termine no habrá más y el hambre volverá a acuciarlo.
Ésta es una estación del vía crucis. ¿Está usted con ese niño? ¿Y con aquellos cientos que se mueren, no sólo por un pedazo de pan, sino por un poco de amor, de reconocimiento?
Ésta es una estación del vía crucis. ¿Está usted allí? ¿Y está al lado de los jóvenes cuando caen, como Jesús cayó una y otra vez y les ayudamos a levantar la cruz como Simón de Cirene ayudó a Cristo? Los menesterosos abandonados a su suerte en las plazas públicas, los alcohólicos, los que no tienen techo, todos lo están mirando. Puede comenzar las estaciones del vía crucis paso a paso, con alegría. Jesús se convirtió por nosotros en pan de vida. Tenemos a Jesús en el pan de vida para darnos fuerza', dijo Madre Teresa de Calcuta.
Oración
'Señor, ayúdanos para que aprendamos a aguantar las penas y las fatigas, las torturas de la vida diaria; que tu muerte y ascensión nos levanten, para que lleguemos a una más grande y creativa abundancia de vida. Tú que has tomado con paciencia y humildad la profundidad de la vida humana, igual que las penas y sufrimientos de tu cruz, ayúdanos para que aceptemos el dolor y las dificultades que nos trae cada nuevo día y que crezcamos como personas y lleguemos a ser más semejantes a ti.
Haznos capaces de permanecer con paciencia y ánimo y fortalece nuestra confianza en tu ayuda. Déjanos comprender que sólo podemos alcanzar una vida plena si morimos poco a poco a nosotros mismos y a nuestros deseos egoístas. Pues sólo si morimos contigo podemos resucitar contigo. Amén'.
Primera Estación
JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
'Reo es de muerte', dijeron de Jesús los miembros del Sanedrín, y, como no podían ejecutar a nadie, lo llevaron de la casa de Caifás al pretorio. Pilato no encontraba razones para condenarlo y trató de liberarlo, pero ante la presión del pueblo: '¡Crucifícalo, crucifícalo!', pronunció la sentencia que le reclamaban y les entregó a Jesús, después de azotarlo.
Segunda Estación
JESÚS CARGA CON LA CRUZ
Condenado muerte, Jesús quedó en manos de los soldados que lo llevaron al pretorio y, reunida la tropa, hicieron mofa de él. Llegada la hora, le quitaron el manto de púrpura con que lo habían vestido, le pusieron de nuevo sus ropas, le cargaron la cruz en que había de morir y salieron camino del calvario para allí crucificarlo.
Tercera Estación
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
Nuestro Salvador, agotadas las fuerzas por la sangre perdida en la flagelación, debilitado por la acerbidad de los sufrimientos físicos y morales que le infligieron aquella noche, apenas pudo dar algunos pasos y pronto cayó bajo el peso de la cruz. Se sucedieron los golpes, risas y burlas. Jesús logró levantarse para seguir su camino.
Cuarta Estación
JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE
Jesús fue envuelto por multitud de soldados, judíos y pueblo. También estaba allí María que no aparta la vista de su hijo. Llegó un momento en que sus miradas se encontraron y en cada uno de ellos el dolor se hizo mayor al contemplar el dolor del otro, a la vez que ambos se sintieron consolados y confortados por el amor y la compasión que se transmitieron.
Quinta Estación
JESÚS ES AYUDADO POR EL CIRENEO
Jesús salió del pretorio llevando a cuestas su cruz, pero su primera caída puso de manifiesto el agotamiento del reo.
Temerosos los soldados de que la víctima sucumbiese antes de hora, pensaron en buscarle un sustituto. Entonces el centurión obligó a Simón de Cirene a que tomara la cruz sobre sus hombros y la llevara detrás de Jesús.
Sexta Estación
LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS
Una mujer del pueblo, Verónica, se abrió paso entre la muchedumbre llevando un lienzo con el que limpió el rostro de Jesús. El Señor, como respuesta de gratitud, le dejó grabada en él su santa faz.
'Imita la compasión / de Verónica y su manto / si de Cristo el rostro santo / quieres en tu corazón'.
Séptima Estación
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
Jesús había tomado de nuevo la cruz y con ella a cuestas llegó a la cima de la empinada calle que daba a una de las puertas de la ciudad. Extenuado y sin fuerzas cayó por segunda vez. Faltaba poco para llegar al sitio en que tenía que ser crucificado, y Jesús, empeñado en llevar a cabo los planes de Dios, aún logró reunir fuerzas, levantarse y proseguir su camino.
Octava Estación
JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN
Dice San Lucas que a Jesús lo seguía una gran multitud del pueblo; y unas mujeres se dolían y se lamentaban por Él. Jesús, volviéndose a ellas les dijo: 'Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos'.
Jesús agradeció los buenos sentimientos de aquellas mujeres.
Novena Estación
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
Una vez llegado al Calvario, Jesús cayó por tercera vez. Las condiciones en que venía y la continua subida lo habían dejado sin aliento. Había mantenido su decisión de secundar los planes de Dios, a los que servían los planes de los hombres, y así había alcanzado, aunque con un total agotamiento, los pies del altar en que había de ser inmolado.
Décima Estación
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
Ya en el calvario y antes de crucificar a Jesús, le dieron a beber vino mezclado con mirra; era una costumbre de los judíos para amortiguar la sensibilidad del que iba a ser ajusticiado.
Jesús lo probó, pero no quiso beberlo. Los soldados despojaron a Jesús de sus ropas y, después de la crucifixión, se las repartieron.
Undécima Estación
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
'Y lo crucificaron', dicen los evangelistas. Había llegado el momento de la crucifixión, y Jesús fue fijado en la cruz con cuatro clavos de hierro que le taladraban las manos y los pies. Levantaron la cruz en alto y el cuerpo de Cristo quedó entre cielo y tierra. Encima de la cabeza de Jesús pusieron el título de la condenación: 'Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos'.
Duodécima Estación
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Desde la crucifixión hasta la muerte transcurrieron tres horas que fueron de mortal agonía para Jesús.
Desde el inicio, muchos de los presentes se desataron en ultrajes y escarnios contra el crucificado. Poco después ocurrió el episodio del buen ladrón, a quien dijo Jesús: 'Hoy estarás conmigo en el paraíso'.
Decimotercera Estación
JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ Y PUESTO EN LOS BRAZOS DE SU MADRE
Para que los cadáveres no quedaran en la cruz al día siguiente, que era sábado, éstos rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran; los soldados sólo quebraron las piernas de los otros dos. José de Arimatea y Nicodemo, sus discípulos, se acercaron a la cruz y lo desclavaron. Al pie de la cruz estaba la madre.
Decimocuarta Estación
JESÚS ES SEPULTADO
José de Arimatea y Nicodemo tomaron el cuerpo de Jesús de los brazos de María y lo envolvieron en una sábana limpia. Cerca de allí tenía José un sepulcro nuevo y en él enterraron a Jesús.
Mientras los varones procedían a la sepultura de Cristo, las santas mujeres y su madre estaban sentadas frente al sepulcro.
Decimoquinta Estación
JESÚS RESUCITA DE ENTRE LOS MUERTOS
Bajo el auspicio del papa Juan Pablo II se creó un nuevo vía crucis con 15 estaciones basadas todas ellas en momentos del Nuevo Testamento. El nuevo comienza con la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní y finaliza con la resurrección de Cristo.
Pasado el sábado, María Magdalena y otras mujeres fueron de madrugada al sepulcro. Llegadas allí observaron que la piedra había sido removida.
Entraron y no hallaron el cuerpo del Señor, pero vieron a un ángel que les dijo: 'Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí'.
Poco después llegaron Pedro y Juan que comprobaron lo que les habían dicho las mujeres.
Pronto comenzaron las apariciones de Jesús resucitado: la primera, sin duda, a su Madre; luego, a la Magdalena, a Simón Pedro, a los discípulos de Emaús, al grupo de los apóstoles reunidos, etc., y así durante cuarenta días.