14/07/2025
12:02 AM

Los peatones de Ciudad de México tienen un superhéroe

Cuando un auto bloquea el paso peatonal, de la nada aparece Peatónito, con su capa y capucha de luchador.

Si alguna vez se queda atrapado en medio del tráfico en esta congestionada capital, no espere la ayuda de un policía de tránsito. Pero podría contar con la de “Peatónito”, el protector de los transeúntes que se viste como un luchador de lucha libre.

Cuando un auto bloquea el paso peatonal, de la nada aparece Peatónito, con su capa y capucha de luchador. Se para directamente frente al auto, e intenta empujarlo hacia atrás con sus manos, dejando asombrados a los conductores. Si una motocicleta está estacionada en la acera bloqueando el paso, Peatónito la levanta y la coloca en la orilla en donde pertenece.

¿No hay cebra demarcada en una intersección? Ningún problema: Peatónito viaja con una lata de pintura blanca y unas cuantas plantillas que parecen oficiales, listo
para pintar los pasos de cebra en dónde se puedan necesitar.

Es una desgracia que no pueda estar en todas partes a la vez. “Peatónito es el luchador favorito de los peatones, peleando por sus derechos”, dijo recientemente.
“El peatón es rey”. La Ciudad de México tiene un tráfico espantoso y demasiados autos.

Los ciudadanos tratan a los peatones casi de la misma forma que las personas del campo tratan a las gallinas descarriadas. Como dijo alguna vez el revolucionario
mexicano Emiliano Zapata: “De que ando en una banqueta hasta me quiero caer”.

No hay nadie más abandonado que los transeúntes de la Ciudad de México, señala Peatónito. “El peatón no es nadie en esta ciudad, ha sido olvidado por las autoridades y por nuestra propia ciudadanía. Lo curioso y paradójico es que todos somos peatones en algún momento. Como tal, nos hemos olvidado a nosotros mismos”.

Peatónito no es el único mexicano vestido de luchador que protege a la capital mexicana. Antes estuvo Superbarrio Gómez, que ayudó a habitantes desplazados a encontrar

vivienda tras el terremoto de 1985. Y también está El Santo, el famoso luchador y héroe de México que ascendió en los años 50 y después se expandió a derrotar a los
delincuentes en películas, como Las Momias de Guanajuato (1972).

“México tiene una cultura de portar mascaras, ha sido así desde tiempos prehispánicos”, expresa Lourdes Grobet, que es considerada la decana de los fotógrafos de la lucha
libre, un género propio aquí. Claro, Peatónito tiene su álter ego. Su nombre es Jorge Cáñez, un joven de 26 años que estudia ciencias políticas y trabaja en una firma de consultoría que asesora al gobierna de la Ciudad de México sobre planeación.

Allí, lo que cuenta es el cerebro no el músculo: en su escritorio, recientemente recitó el número de peatones en Amsterdam. Al igual que Clark Kent, Cáñez se
toma su otra identidad en serio, al menos según su jefa. Ella había visto al enmascarado en manifestaciones, incluso lo seguía por Twitter, pero no se había percatado de que se trataba de Cáñez hasta que él mismo se lo confesó un día en secreto. “Podían haber pasado años sin darme cuenta de que era él”, afirma Mariana Orozco.

Pregúntele a este héroe sobre quién es su héroe y la respuesta es simple: Antanas Mockus, el profesor de matemáticas y ex alcalde en dos ocasiones de Bogotá, la capital
colombiana. Mockus solía vestirse como justiciero enmascarado para exigir una mejor conducta pública.

Sus propios esfuerzos para reducir el tráfico incluyeron el desmantelamiento de la policía de tránsito (las funciones fueron transferidas a la Policía Nacional) y el uso de unos
400 mimos para enseñar “cultura ciudadana” a los bogotanos.

En un reciente jueves nublado en Ciudad de México, Peatónito se preparaba para su deber. En su departamento ubicado en un cuarto piso tiene un mapa grande de las calles de la ciudad.

Luego de peinarse el cabello y ponerse su máscara y capa, salió a la calle. “¿Eres Peatónito?” le preguntó una niña pequeña. “Soy yo”, respondió,

autografiando gentilmente una servilleta con el bolígrafo que le entregó. En la esquina de las calles Nuevo León y Michoacán en la arbolada colonia Condesa, un semáforo
se puso en verde, pero los peatones titubeaban para cruzar. Varios vehículos hicieron un giro a la izquierda bloqueando del paso peatonal.

En ese momento apareció el luchador. Con su capa volando hacia atrás y sus manos elevadas, fijó su mirada en una camioneta e hizo como si estuviera listo para luchar

contra la misma. Después, algo increíble ocurrió: el vehículo se detuvo. El conductor empezó a reírse. Peatónito después celebró subiéndose a un semáforo y señalando a los

peatones para que avanzaran. Los recuerdos de esta tarde seguían vivos cuando unos días después entró una llamada por Skype a la laptop de Cáñez. Era el ex alcalde
Mockus.

Con el ícono urbanista al otro lado de la línea, Cáñez perdió su típica bravuconería de luchador. “Sr. Mockus”, le preguntó cortésmente. “¿Podría por favor explicarnos cómo tomó la decisión de enviar a los mimos?” La respuesta de Mockus no fue fácil de seguir. Trató principalmente con filósofos del siglo XX que se especializaron en la teoría de la actuación. “Su proyecto, sin embargo”, dijo Mockus. “He reflexionado un poco sobre él”.

Una vez, dijo Mockus , asistió a una pelea de lucha libre en los años 90. Peatónito estaba por buen camino, pero faltaba algo. Hubo un breve silencio. “¡Necesita

a un comentarista!” gritó Mockus. Todas las peleas de lucha libre tienen a un anunciante que narra al público las movidas de los luchadores por un altavoz, añadió.
Peatónito no debería ser distinto.

Los dos hombres parecían entenderse por completo. “Ahora vaya y busque a alguien con un amplificador”, expresó Mockus.