27/04/2024
12:50 AM

El agua, un desafío cada vez mayor para la minería del cobre

En momentos en que las mi­neras exploran áreas remotas en busca de minerales cada vez más escasos, están invirtiendo miles de millones de dólares para tener acceso al líquido.

Morenci, Arizona, Estados Unidos.

Dos años atrás, Freeport-McMo­Ran Inc., una de las mayores mineras de cobre del mundo, le pagó a Richard Kaler, un vaquero de 69 años, US$1,3 millones por 113 hectáreas de terrenos roco­sos en el desierto de Arizona.

Freeport, sin embargo, no es­taba interesada en sus minerales, sino en sus derechos a agua dul­ce, la cual necesita para elevar la producción en la mayor mina cuprífera de América del Norte, que se extiende por 26.000 hec­táreas.

Para 2016, Freeport tie­ne como meta extraer cerca de 450.000 toneladas de cobre al año —37% de la producción anual de Estados Unidos en 2013— de su mina en Morenci.

El éxito de la minera con sede en Phoenix, que el año pasado ob­tuvo una ganancia de US$2.700 millones sobre ingresos de US$20.900 millones, depende­rá de su capacidad de conseguir y mantener suministros de agua en las zonas áridas donde se en­cuentra el cobre.

Esto requiere de un enorme gasto y delicadas ne­gociaciones para minimizar po­tenciales conflictos con agricul­tores locales y otros grupos que también necesitan agua.

En momentos en que las mi­neras exploran áreas remotas en busca de minerales cada vez más escasos, están invirtiendo miles de millones de dólares para tener acceso a agua. Moody’s Investors Service estima que las compañías mineras gastaron US$12.000 mi­llones en 2013, el triple de lo que destinaron en 2009, en la gestión de agua, incluyendo plantas de tratamiento y acueductos.

Se trata de un asunto especial­mente crucial para el cobre. Alre­dedor de la mitad de todo el cobre mundial proviene de un cinturón que se extiende desde Utah, en EE.UU., hasta Chile en zonas mon­tañosas y áridas, y los costos del agua están en alza.

El Congreso chileno considera exigir a las mi­neras que construyan plantas de desalinización, en lugar de usar agua dulce subterránea y super­ficial para sus operaciones. BHP Billiton Ltd., otro gran productor cuprífero, y sus socios acordaron construir una planta de desalini­zación de US$3.430 millones para su gigantesca mina de cobre en el desierto de Atacama, en Chile.

Por su parte, Freeport completó hace poco su propia planta y acueducto de US$315 millones en Chile y está construyendo una planta de tra­tamiento de aguas residuales de US$340 millones en Perú.

“El agua es un tema crítico en lugares como el norte de Chile y el sur de Perú, y aquí en Nuevo México y Arizona”, señaló Ri­chard Adkerson, presidente eje­cutivo de Freeport.

Los costos de gestión del agua están aumentando la presión so­bre las mineras de cobre en me­dio de una caída de 32% en los precios del metal desde los máxi­mos alcanzados en 2011 debido a una débil demanda, en especial en China.

A cerca de US$3 la libra, los precios siguen siendo más al­tos que los costos de extracción de Freeport en Norteamérica, de US$1,87 por libra, frente a alre­dedor de US$1,50 la libra en los años 90.

Los analistas afirman que los precios del cobre son bastante resistentes, debido a que los depósitos de calidad son limitados y el metal es esencial para una amplia variedad de bie­nes, desde tubos de agua hasta teléfonos celulares.

Freeport no corre el riesgo de tener que ce­rrar minas por falta de agua, di­cen expertos, pero el aumento del gasto en ese frente podría elevar los costos de la minera.

China, el segundo mayor pro­ductor de cobre con 1,65 millo­nes de toneladas al año en 2013, ha triplicado la producción des­de 2003. El país no tiene proble­mas relacionados con el agua en sus zonas cupríferas. Chile, el mayor productor con 5,7 millo­nes de toneladas anuales, au­mentó su producción apenas 17% en ese lapso.

EE.UU. es el cuarto productor global con 1,22 millones de tone­ladas en 2013, detrás de los 1,3 mi­llones de toneladas de Perú. Sin embargo, la producción estado­unidense, dos tercios de la cual proviene de Arizona, no ha creci­do durante la última década.

La mina de Morenci y las otras cuatro que opera Freeport en Ari­zona generan 30% de la produc­ción de cobre de la empresa, y todas están bajo riesgo de per­der los suministros de agua hoy disponibles. Si sucede, la compa­ñía se vería obligada a “restringir operaciones”, indicó en un docu­mento presentado en febrero ante la Comisión de Bolsa y Valores es­tadounidense.

En EE.UU., la extracción de mi­nerales consume cerca de 15.000 millones de litros de agua al día. En comparación, el sector indus­trial usa casi 69.000 millones de li­tros, los hogares 111.000 millones de litros y la agricultura 485.000 millones de litros, según datos del Servicio Geológico de EE.UU. de 2009, sus cifras más actuales.

“No es que las compañías mine­ras usen un montón de agua, sino que tienden a extraer en lugares rocosos sin mucha agua”, explica Mike Lacey, director de recursos hídricos de Arizona.

El agua es necesaria para controlar el polvo que se levan­ta en actividades mineras a cielo abierto y para extraer minerales de rocas usando varios métodos para hacer que los minerales flo­ten o se hundan.

Debido a que gran parte de los minerales dis­ponibles ya han sido extraídos, lo que queda suele ser de menor ca­lidad, lo que significa que se de­ben extraer más rocas y usar más agua para procesarlos.

Morenci, un pueblo minero de 4.000 habitantes situado en­tre cactos y mezquites, recibe un promedio de apenas 25 centíme­tros de lluvia al año. Sus residen­tes dicen que todas las propieda­des de esta pequeña comunidad, menos una —un pequeño bar—, pertenecen y son controladas por Freeport. No hay un alcalde.

Freeport dice que dos de sus principales estrategias en Arizo­na son comprar terrenos privados y conseguir derechos de agua con tribus indígenas. En los últimos cinco años, la empresa ha gasta­do casi US$81 millones por 9.300 hectáreas “con el primer objetivo de adquirir derechos de agua”.

Kaler, el vaquero, había com­prado su rancho en 2002 tras jubilarse como técnico telefóni­co en Illinois. Montaba a caba­llo y aprendió a arrear ganado. “Después de soñar con eso toda mi vida, al fin me convertí en un vaquero”, cuenta.

En 2009, cuando los precios del cobre se dispararon, Freeport le preguntó si quería vender su tierra. Kaler estaba indeciso, pero después de la muerte de su esposa en un accidente de auto en 2011, aceptó. Freeport le pagó US$1,3 millones, según registros del condado, dinero que utilizó para comprar otro rancho.

También le paga a Freeport un alquiler por su viejo terreno y utiliza ambos ran­chos para criar unas 200 cabezas de ganado orgánico Angus. “Aún soy un vaquero”, señala.