19/12/2025
09:48 PM

Corrigiendo la caricatura

En Europa, Canadá y Estados Unidos, la mayoría de las personas con un nivel de educación alto cree que las economías de América Latina se conforman de haciendas y minas y que las clases medias son pequeñas.

En Europa, Canadá y Estados Unidos, la mayoría de las personas con un nivel de educación alto cree que las economías de América Latina se conforman de haciendas y minas y que las clases medias son pequeñas.

Muchas personas bien preparadas en Nueva York, Londres y París se niegan a cambiar esta distorsionada caricatura.

En algún punto en sus conversaciones sobre América Latina repiten el obviamente falso argumento de que la agricultura y minería requieren una vasta mano de obra no preparada y muy pocos trabajadores de alto nivel educacional.

Realidad

Sin embargo, las cifras muestran que las economías de la región están produciendo servicios sofisticados y que para aumentar su producción, necesitan un creciente número de trabajadores con un buen entrenamiento. Mientras tanto, la distribución de la riqueza se hace cada vez más desigual. Esto causa frustración porque la riqueza crece muy rápido, pero sus beneficios han sido inadecuadamente distribuidos. Se necesita un mecanismo para llevar la nueva riqueza a los segmentos de la población que no han sido beneficiados.

Hay muchas maneras de aprovechar esta riqueza. Una alternativa está en usar incentivos tributarios para aumentar el monto de los préstamos universitarios y bajar los intereses a los estudiantes que necesitan el dinero.

En todos los países hay estudiantes que no pueden completar la educación secundaria o universitaria porque no pueden pagar sus aranceles o necesitan trabajar para pagar vivienda y alimentación. En un nivel agregado, podrían ganar lo suficiente como para repagar créditos, pero hay dos obstáculos. El primero es que individualmente no pueden dar garantías y el segundo es que deberían pagar una alta tasa de interés debido a que los créditos son riesgosos.

El primer problema puede ser solucionado creando pools de créditos. Si la tasa de recuperación de un pool obedece a las leyes de la estadística, no debería variar tanto como el desempeño de un crédito individual. El segundo problema se puede arreglar con un incentivo tributario. Las tasas de interés tienen que ser bajas, pero los retornos para los inversionistas deben ser atractivos. Para eso, los que compran una parte de un pool de créditos a estudiantes deberían tener rebajas tributarias. O, si éstas no son suficientes, los gobiernos podrían dar certificados de abono tributario a quienes compran parte o todo un pool de créditos estudiantiles. Los créditos fiscales pueden ser diseñados de tal manera que sean lo suficientemente atractivos para inducir a los inversionistas a entrar en este negocio.

El efecto

Por medio de mecanismos como éste los jóvenes de muchos países podrían completar su educación, poniéndola al nivel que sus economías necesitan. Un programa crediticio de este tipo tendría un costo fiscal en el corto plazo, pero rápidamente generaría la suficiente recaudación tributaria como para autofinanciarse, ya que más personas con alto nivel educacional ganarían mejores salarios y pagarían más impuestos. El resultado sería un rápido aumento en la proporción de los graduados universitarios en la próxima generación. Esto ocurrió en Europa occidental hace seis décadas. Antes de la Segunda Guerra Mundial, sólo los ricos y unos pocos jóvenes precoces de la clase trabajadora iban a la universidad. Después de 1945 hubo programas en muchos países ricos que incrementaron ostensiblemente el porcentaje de egresados de la secundaria que accedieron a la educación superior. Un programa de créditos estudiantiles, si es lo suficientemente grande, podría cambiar pronto la composición de las economías latinoamericanas, a tal punto que la caricatura podría ser echada por la borda a favor de una idea más precisa.