El medallista olímpico panameño, el saltador de longitud Irving Saladino, fue recibido ayer en Panamá como un auténtico héroe nacional por una muchedumbre encabezada por el presidente Martín Torrijos.
'¡Muchas gracias por el apoyo y como dije anteriormente, esta medalla es de ustedes, así que gócenla!', dijo Saladino ante la multitud entregada que se agolpaba desde primeras horas de la mañana en el escenario montado para la ocasión en el edificio central de la Administración del Canal. 'Es una gran emoción porque el pueblo panameño está aquí apoyándome. La verdad es que me da pena llorar', dijo visiblemente emocionado el atleta, que le ha dado el oro a Panamá después de 60 años de sequía de títulos olímpicos, con su salto de longitud de 8.34 metros en los Juegos de Pekín 2008.
El presidente panameño, que decretó ayer festivo para los funcionarios públicos para que pudieran ir a recibirlo, le recordó al atleta: 'Irving, éste es el cariño, el reconocimiento del pueblo panameño por tu tenacidad, por tu esfuerzo. Te recibimos con admiración y aprecio'.
'El Canguro de Colón' llegó a media mañana al aeropuerto capitalino de Albrook en el avión presidencial procedente de Estados Unidos y fue recibido por las autoridades y sus dos hermanos en medio de una intensa lluvia.
De su cuello, a la salida del avión, colgaba refulgente la presea dorada y una bandera panameña.
Emoción
El momento más emotivo se produjo cuando el ex campeón mundial de boxeo y jefe de la delegación panameña en los Juegos Olímpicos de Pekín, Roberto 'Mano de Piedra' Durán, simuló la ceremonia de entrega de medallas y colgó del cuello de Saladino la presea dorada bajo las notas del tema 'Patria', del salsero panameño Rubén Blades.
Por su parte, el presidente Torrijos le hizo entrega al campeón olímpico de un cheque por 50 mil dólares y otro de 5 mil al entrenador de Saladino, el brasileño Florencio Aguilar.
El mandatario también anunció al atleta la decisión de poner el nombre de Irving Saladino a la Ciudad Deportiva que se reconstruye en un barrio de la capital.
Al concluir la ceremonia de bienvenida, Saladino recorrió las principales calles de la ciudad a bordo de un auto acompañado de sus padres, desatando la euforia a su paso entre las personas que se encontraban apostadas en las aceras. Muchos autos hicieron sonar sus bocinas al paso de la comitiva. 'Es lo mejor que tenemos ahora en Panamá. Es algo grandioso que alguien tan humilde haya llegado tan lejos y nos haya traído una medalla después de 60 años. Es un gran ejemplo para todos', dijo Lizbeth Reina, una mujer de 70 años que esperaba la comitiva en una calle de la capital junto a sus nietos.