San Pedro Sula, Honduras.
Desde 1979, cuando apenas era un estudiante, Rony Miguel Pinto recibió una invitación que no pudo rechazar: ser juez de la Maratón Internacional LA PRENSA. Desde entonces y con pocas excepciones, este catedrático del José Trinidad Reyes ha estado ligado a la carrera, con la que registra 35 de las 39 ediciones.
“Entré como voluntario”, apuntó. Lo extraño es que nunca se animó a correrla. “En los últimos 10 años he sido el secretario de la Maratón. La tecnología va desplazando la parte manual, pero incluso así se necesita tener evidencia legal”, agregó.
Además de experiencia, los años le han dejado anécdotas que contar sobre la carrera. “Recuerdo que en una carrera, un fotógrafo se le puso enfrente a un atleta no vidente, no se fijó, pensó que iba a esquivarlo y terminó encaramándose en el corredor”. Y siguió: “Los no videntes corren y los que se cansaban a mitad de camino son los ayudantes; por eso se les pusieron dos personas para relevos”.
Removiendo en sus recuerdos, el profesor de Educación Física del JTR continuó: “Había gente que se echaba agua en el parque central; solo corrían los 600 metros para llegar a la meta y pedían el primer lugar. Teníamos que explicarles que el primer lugar siempre viene acompañado por una motorizada”.
Pero una de las historias que más lo marcaron fue cuando “a una atleta colombiana con un nombre raro (Ingandini González) le dieron un número de varón. Resulta que ella pasó la meta, pero nadie le puso atención por el número. Era el primer año en el que se daba un premio en dólares. Cuando se distinguió a Gina Coello, nos dijo la colombiana que ella había llegado primero y que incluso le sacó varias cuadras. Revisamos y nos dimos cuenta de que era cierto; el error ocurrió al inscribirla. Gina sabía, quería devolver el trofeo, pero no el premio; tuvimos que convencerla de que no había ganado”, contó entre risas.
