Franco Mastantuono. Hay que grabarse bien este nombre y apellido. Es un fuera de serie. Tiene una zurda prodigiosa. Ayer nos regaló un show en el partido más grande del fútbol argentino.
El muchachito, de solo 17 años, anotó un gol de esos que no se olvidan nunca. Tiro libre desde unos 30 metros. El Monumental expectante, mientras el viento bajaba raudo del Río de la Plata.
Las 85,000 almas reunidas en el corazón de Núñez presentían que ese remate era el boleto a la felicidad y no se equivocaron. El zurdito sacó un bólido alto que a medida se acercaba al arco se alejaba de Marchesín hasta descansar en las redes del arco norte del Monumental.
Era el 1-0 para River, que en esos 25 minutos había vuelto loco a un Boca que solo miraba la pelota pasearse de un lado a otro, mientras la multitud rugía pletórica por el baile al enconado enemigo.
En esos 25 minutos había creado por lo menos tres claras para ponerse en ventaja, pero sus francotiradores no andaban finos. Y, como el fútbol tiene esas cosas misteriosas e inentendibles, Boca lo empató a los 38.
De un lado, el error de Pezella quien bañó un pelotazo desesperado en forma de despeje de Blanco, y por el otro, la loca carrera de Menentiel, para plantarse cara a cara con Armani. A la Bestia no le tembló el pulso y con un derechazo bajo y potente superó el vuelo del salvador millonario.
Era 1-1 y otro partido. Una injusticia, un premio que Boca no merecía. Pero River no arrugó y siguió dueño del partido con un Enzo Pérez (39 años) disfrazado de jovencito con un despliegue impresionante en el quite y la claridad para distribuir el balón y un Mastantuono nervio y motor del equipo de Gallardo.
Así llegó el minuto 44. Marchesín tapó primero el cabezazo de Driussi tras un centro llovido de Acuña, pero Sebas estuvo atento y punteó hacia el arco el rachace del exgolero americanista.
En el segundo tiempo, el partido perdió calidad. La intensidad y rudo marcaje de Boca se impuso al fútbol bien jugado de los de Gallardo y con más empuje que calidad los Xeneixes se las rebuscaron para plantarse cerca de Armani y rozar la paridad.
Antes Mastantuono, por fin, dio muestras de que es mortal al fallar en la recta final del juego un gol cantado al enfrentar a Marchesín sin marca alguna, pero su remate se fue ancho.
Como ya es costumbre, faltaba la gran atajada de Armani. Bueno, fueron dos. La primera al 91 al recostar a su derecha un ramate que se colaba suave pegado al poste y al 94 con una volada a su izquierdaa un cabezazo de Costa.
Sin duda, fue el mejor partido de la nueva era de Gallardo. Llega en el mejor momento. Para acabar con los murmullos por las flojas actuaciones ante Talleres y Sarmiento y para bajarle los humos a un Boca rácano que se las había ingeniado para ganar partidos que no merecía y mirarlos a todos desde arriba.
Pero, hoy el fútbol puso a cada quien en su lugar: a River, como el estilista que pega duro y a Boca como el fajador que no es tan fiero como se temía.