El de este día por la noche no fue un sábado más en el calendario. Tampoco un día normal en el ir y venir de una ciudad emprendedora que ayer se paralizó ante la grandeza del fútbol.
La gran final entre Real España y Olimpia hizo que los sampedranos y miles de visitantes se unieran en ríos enteros de pasión desbordada para vivir intensamente la alegría y emoción de la esperada final entre aurinegros y albos.
Los gritos de las barras y las banderas que ondeaban con los colores de los dos bandos inundaron todos los confines y convirtieron calles y avenidas en gigantescas columnas humanas que marcharon fervorosamente al estadio para vivir a plenitud una fiesta que se recordará siempre.
Sin distingos de ninguna naturaleza, miles de aficionados de todas las edades llenaron el estadio, convertido en un gigantesco escenario de alegría y fiesta.
Los que no pudieron entrar se conformaron con ver el espectáculo en pantallas gigantes, en bares y restaurantes, donde también se vivió una noche diferente, para enmarcar.