Hace un mes Álvaro Morata batió a Adrián San Miguel sin saber que sería la última en mucho tiempo. Los aficionados se agolparon en las gradas de Anfield sin saber que no lo repetirían en mucho tiempo y el Atlético de Madrid pasó a cuartos de final de la 'Champions' sin saber que quizás nunca los dispute.
Hace ya un mes que se terminó el fútbol. Un mes desde que Liverpool y Atlético de Madrid disputaron el último encuentro a.c (antes del coronavirus).
Hay un dicho popular que habla sobre el miedo de saber que has hecho algo por última vez y de la incertidumbre que ello genera. En una ocasión saliste a jugar a la calle con tus amigos de la infancia sin saber que sería la última vez. Una vez quedaste con esa persona especial sin saber que no la volverías a ver nunca.
Lo mismo ocurre con aquella noche del 11 de marzo en Anfield.
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Es extraño echar un vistazo al pasado y ver cómo ha cambiado todo. Más de 3.000 aficionados del Atlético de Madrid aterrizaron en Liverpool dispuestos a ver un partido sin apenas miedo por la pandemia que se estaba extendiendo y que nadie parecía tomarse en serio.
'Yo estoy medio malo de la garganta y aun así iba a venir sí o sí', manifestaba un aficionado la mañana del partido en el puerto de Liverpool. Unas declaraciones que ahora serían temerarias, pero que aquellos días no eran sino el reflejo de una sociedad que miraba impasible el avance del virus.
De ahí que no se cercenase el viaje de los aficionados desde Madrid, una ciudad al borde de la cuarentena, y que no fuese hasta la noche antes del encuentro cuando el Atlético de Madrid confirmó que todo se jugaría con normalidad.
Y así se hizo. Solo faltó el saludo habitual entre jugadores al sonar el himno de la Liga de Campeones. Entre risas chocaron codos Diego Simeone y Jürgen Klopp. En la sala de prensa los periodistas comían agolpados, se daban la mano con normalidad, el ambiente era distendido, aunque ya amenazaba la sombra de la duda. 'Quien sabe si hemos visto el último partido en mucho tiempo', decía uno. 'Espero que nos veamos en Wimbledon', se despedía otro.
No había mascarillas, ni espacio de separación en los asientos, apenas unos botes de jabón con alcohol en el baño, que se ponían como ejemplo para frenar los contagios.
Imágenes como las dos aficiones agolpadas en una de las esquinas de Anfield, esperando a los autobuses del equipo, serían impensables ahora. Ya parecían irresponsables entonces, ahora serían ilegales.
El partido se jugó con normalidad. Georginio Wijnaldum y Roberto Firmino se encargaron de poner al Liverpool por delante, Adrián San Miguel se vistió de demonio y Marcos Llorente de héroe. El Atlético de Madrid pasó una eliminatoria brutal y confirmó su candidatura a un título que puede que nunca se dispute.
Los últimos coletazos de un gran fútbol que se desvaneció sin que nadie reparase en ello. Un mes después de aquel 11 de marzo en Anfield, el deporte sigue parado.
Y lo que queda.