El semblante generalmente serio de Ramón Enique Maradiaga cambia al de hogareño y sentimental cuando se encuentra en casa, junto a su pareja Lesby Vargas y sus hijos Martín y Javier.
El comportamiento del técnico del Marathón “no cambia mucho” a la hora de afrontar un serie de gran final, como la que le corresponde ante Olimpia, “lo único es que pasa menos tiempo con nosotros, debido a las concentraciones”.
Primi gusta de la música romática y su comida preferida es “el arroz curtido con pescado frito” al estilo de Amapala, su ciudad natal.
Lesby conoció al técnico verdolaga allá por 1993 cuando eran compañeros en la Universidad Pedagógica, en la carrera de Educación Física, “no sabía mucho de su fama como futbolista en esa época, pero lo comencé a tratar cuando me ofreció darme jalón a la casa para que no perdiera la última clase (tiempos de cortes de energía eléctrica).
Me gustó su forma de ser, es un romántico y hogareño”.
Ya de novios la familia de Lesby no aceptaba inicialmente la relación por la diferencia de edad (19 años), pero luego todo cambió cuando Maradiaga mostró sus buenas intenciones.
Ser la compañera de hogar de un entrenador no es labor sencilla “especialmente cuando las cosas no salen bien y uno escucha insultos en el estadio; aunque estamos allí para apoyarlo en las buenas y en las malas”.
Entre los momentos inolvidables se encuentran la alegría de los títulos de campeón, “es algo especial, en esta oportunidad siento que si Dios nos trajo a San Pedro Sula es por un propósito, todo se mueve por su bendición” .
En cuanto a los hijos es Javier (5 años) el que es un verdadero amante al fútbol y lo juega, “Ramón lo va a ver jugar y le da indicaciones, mientras que Martín (11) asiste al estadio, pero no lo disfruta tanto como su hermano, aunque ya entiende más eso de tener a un papá conocido con eso de tener compañeros que le van al Marathón y otros al Olimpia”.
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