San Pedro Sula, Honduras.
La fiesta no solo fue en Tocoa. Como se esperaba, miles de aficionados sampedranos simpatizantes de la Máquina del Real España no tardaron en acudir al festejo en las calles y avenidas de la ciudad para luego converger, como es tradición, en la zona viva.
Es impresionante cómo ha crecido en afición el conjunto catedrático, que tuvo que ir a Tocoa para traer la copa 11 y coronarse nuevo monarca del fútbol hondureño.
La zona viva era una verdadera locura. Simpatizantes españolistas de diferentes edades y estratos sociales aparecían por todos los puntos cardinales para celebrar.
Los predominantes no podían ser otros colores que el amarillo y el negro. Ya fuera en carro, moto o a pie, el júbilo de los aficionados no se detenía y, en menos de dos horas, había una importante cantidad de personas.
Muchas, las de a pie, se quedaban en el lugar para felicitarse con las enormes caravanas de automóviles que hacían ondear sus banderas y no podían faltar aquellas frases como ¡viva la Máquina! y ¡somos campeones!
Unos se reían y otros no dejan de gritar, enseñando con mucho orgullo sus banderas con colores alusivos a su querido equipo.
En ese momento, el tráfico vehicular se convirtió en un caos, pero de eso se trataba y era lo que menos les importaba a los hinchas aurinegros; muchos de ellos, entrada la noche, se quedaron departiendo y celebrando con antelación el regalo de Navidad que el técnico Hernán Medford y jugadores les daban.
Que más desahogo en tiempos convulsionados para los aficionados españolistas de corazón.
