Redacción. Aprender a lidiar con la ansiedad, el estrés y el miedo que a veces rodean a muchas mujeres durante el embarazo puede prevenir situaciones de riesgo, como la depresión posparto, afirman especialistas.
Aunque los cambios físicos y biológicos de la mujer en esa etapa son bien sabidos, los aspectos psicológicos no lo son tanto, y sin embargo son clave en el desarrollo de la maternidad.
Identificarlos es el primer paso para lidiar con ellos, advierten. Aprender a tener una buena relación madre-hijo y crear un vínculo seguro serán pasos claves.
Antes del embarazo. Una vez que has decidido tener hijos y formulas en tu mente la imagen de tu futura familia, has comenzado el camino para ser madre.
La psicóloga Jannet Cendejas, especialista en psicoterapia y psicodiagnóstico del adulto y el niño, dice que en este proceso que inicia a partir de tus propias construcciones sociales e individuales influye, en parte, la relación que hayas llevado con tu mamá.
Con ella coincide la psicóloga Gabriela Martínez, especialista en psicoterapia infantil y del adolescente, quien agrega que si hubo dificultad en la relación madre e hija es posible heredar un patrón alterado de cuidado y crianza.
Si a eso le agregamos variables como si se cuenta o no con redes de apoyo, la situación marital, consumo de sustancias o depresión, el resultado es una mamá ensimismada, incapaz de conectar con su hijo.
Martínez explica que lo anterior puede inhibir la capacidad de la madre para comprender las relaciones sociales y su habilidad para identificar y manejar los sentimientos, aparte de disminuir su nivel de energía, sueño y respuesta al estrés.
También podría impedirle ofrecer un apego seguro al niño, algo vital desde el embarazo.
El apego. Se trata del vínculo afectivo entre mamá y bebé, el cual predestina cómo se relacionará este último con los demás.
Comienza desde el embarazo y se desarrolla durante toda la vida.
Es la capacidad de identificar y entender los sentimientos del niño, de darle atención y seguridad, tanto emocional como física.
Gabriela Martínez, especialista en psicoterapia infantil y del adolescente, detalla que si no se da esa sincronía, en el menor se pueden ir alterando funciones como el procesamiento de la información y de cómo interpreta las situaciones o la comunicación no verbal.
“También se pueden generar conductas hiperactivas”, añade.
El embarazo. Llegaron los vómitos, las náuseas y el vientre crece cada vez más.
En el primer trimestre, algunas mujeres tratan de superar la angustia por los síntomas físicos, al mismo tiempo que intentan adaptarse al desarrollo del embrión en su cuerpo.
Una de las preocupaciones más comunes es el aumento de peso, que en casos de gravedad puede provocar pregorexia; es decir, anorexia durante la gestación.
La pregorexia se considera un trastorno psiquiátrico en el que la embarazada no come lo suficiente o, en el caso extremo, llega a tener regímenes de dieta y ejercicio excesivo y extenuante.
La ansiedad o trastornos compulsivos también pueden aparecer en quienes no saben cómo afrontar los cambios y no tienen buenos antecedentes para el manejo del estrés.
Sin embargo, Jannet Cendejas, especialista en psicoterapia, dice que si una mamá se concentra en las necesidades del ser que se forma en su vientre y en el desarrollo de su relación con él, cambiará los sentimientos de molestia, tristeza o ansiedad por los de emoción y bienestar.